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 Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION

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NoOlvidEsQuieNsOy

NoOlvidEsQuieNsOy


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MensajeTema: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 21, 2011 11:55 pm

Holaaaaaaaaaaaaaa chicas! buenooo Aunq sea Adimistradoraaa tambien soy escritora y lectora....
aki les subo una novela q la AMOOOO dios! es una Adaptacion cn NICK JONAS (BABA) asi q... espero q les gustee tanto como a mi me gusta

Lady ___________tn Aidley era hermosa y lo sabía. Era muy
consciente del aspecto que tenía, apoyada contra la baranda de la cubierta del Anna Creer, con la brisa que le revolvía el cabello y el sol poniente que convertía en una llama el esplendor dorado rojizo de esa melena. El aire puntante del mar le golpeaba las mejillas y los ojos azules chispeaban. Sólo tenía diecisiete años y durante toda su breve vida la consintieron y protegieron. La madre había muerto diez años antes y fue criada por una niñera y una sucesión de gobernantas cuyo único deber era enseñar a la joven pupila las cosas que, en 1842, eran importantes para una dama: tocar el arpa y el piano, pintar acuarelas insípidas, hablar francés tan bien como la lengua nativa, parecer dulce, tontuela e infantil todo el
tiempo. En este último aspecto, las institutrices sólo lo lograban en parte, pues si bien ______* era capaz de cumplir el papel de damisela bien educada cuando le convenía, en caso contra rio era un verdadero marimacho. Más de una gobernanta había huido hecha un mar de lágrimas por sus explosiones, jurando
no volver, lo que en opinión de ______* daba igual. No deseaba aprender nada de lo que contenían los libros. ¡Quería vivir la vida, no leer acerca de ella!

—¡Esa muchacha es una ignorante! —había bufado el padre, indignado, en una ocasión, sin faltar un ápice a la verdad.

______* mantenía una suprema indiferencia ante los reiterados esfuerzos de las disüntas institutrices para meter algún rudimento de educación en esa cabecita impertinente. El sufrido padre, al descubrir que en lo único que aplicaba lo aprendido era Al conocer esos planes ______* lloró y pataleó, pero cuando el padre se decidía era tan terco como ella. Al fin, la muchacha se cansó y el padre, con ayuda de la niñera, logró convencerla de la conveniencia del plan. Era cierto: le encantaría ser presentada a la reina Victoria, quien en el quinto año de reinado tenía veintitrés años y, por lo tanto, no era mucho mayor que la propia ______*. Pero Inglaterra estaba muy lejos y ya hacía casi siete años que se habían marchado. ¿Y si los
hombres no la encontraban atractiva? Tal vez en Londres la moda fuesen las morenas y no las rubias encantadoras. El padre y la niñera, cada uno a su modo, le aseguraron que su belleza fuera de lo común saldría airosa de cualquier comparación y ______* se dejó convencer. Desde el principio de la ado-
lescencia era una beldad famosa y ni se le pasaba por la imaginación que algún hombre no la admirase.
Una vez capeado el temporal de las objeciones, el conde suspiró aliviado y se dijo que cuando se reuniese con su hija en Inglaterra tendría que ocuparse de corregir sus caprichos. Después se concentró en hacer los arreglos para el viaje de la muchacha, cosa nada fácil en esas épocas turbulentas. En los últimos
tiempos se hablaba mucho de una banda de piratas que asolaba las aguas portuguesas y hacía presa de los buques que no iban armados. El conde se estremecía ante la idea de que su hija cayese en manos de sujetos que no tendrían contemplaciones por lainocencia y la posición elevada de la joven.

Cuando el conde oyó mencionar a un amigo que el Anna Creer zarparía pronto hacia Inglaterra, le pareció una respuesta á sus plegarias. El Anna Creer, en préstamo de Inglaterra a la Arma da portuguesa, estaba blindado y con artillería. ¡Ningún pirata se atrevería a atacar un buque tan formidable!
Fue asombrosamente fácil disponer del pasaje de ______* a bordo. Formó parte de un reducido grupo de pasajeros del barco que, hasta ese viaje sólo realizaba operaciones militares. Ni el conde ni la hija se preguntaron por qué, de pronto, al Anna Creer se le permitía transportar civiles.

Llegado el momento, ______* se separó del padre casi sin escrúpulos: ya estaba muy entusiasmada ante la perspectiva de tomar por asalto la sociedad londinense como para entristecerse por dejar a un padre al que, de todos modos, veía bastante poco. Además, ya lo vería en Inglaterra; además, sir Thomas le aseguró que adoraría a la tía Elizabeth en cuanto la conociera. Quedó claro, desde el principio, que Martha acompañaría a la joven ama. Con ella, ______* no sentiría añoranzas del hogar y el conde estaba seguro de que la dejaba en buenas manos.

Dos semanas después, con el Auna Creer ya en altamar, ______* maldecía el día en que había aceptado hacer ese viaje: estaba tan aburrida que se le saltaban las lágrimas. Los otros pasajeros eran piezas de museo y al capitán le interesaba más la navegación del buque que coquetear con la joven más bella de a
bordo. ______* había probado sus encantos con varios miembros de la tripulación, algunos bastante atractivos a su modo, pero Martha siempre estaba cerca para estropearle la diversión.

______* suspiró, apoyó la barbilla en las manos y miró desconsolada por encima de la baranda. ¡Si al menos pasara algo, cualquier cosa que aliviase ese aburrimiento espantoso! El sol hizo brillar un hilo del vestido de brocado, azul como la cola de un pavo real, y ______* lo contempló, distraída. "En verdad", pensó, "es un bello vestido", y alisó la manga admirando la elegancia con que la cascada de encajes de los puños le caía sobre las manos. Era uno de sus preferidos. El profundo azul verdoso de la tela hacía que sus ojos pareciesen oscuros y misteriosos como el mar, y que el corpino entallado acentuara la estre-
chez de la cintura y la redondez de los pechos. No era de extrañar que atrajese la atención de casi todos los marineros atareados en cubierta con diversas tareas.

Impaciente, ______* golpeteó el pie contra la cubierta, y con el busto claramente delineado al inclinarse sobre la borda, comenzó a balancearse arriba y abajo al ritmo del golpeteo. Un marinero rubio y robusto que estaba enrollando una cuerda cerca de ella interrumpió la tarea y contempló, embelesado, el espectá-
culo. ______* lo vio por el rabillo del ojo y se dio la vuelta, lanzando una risita gorjeante. Le sonrió, con provocativas chispas en los ojos azules y empezó a hablar. Pero antes de que pudiese decir
una palabra, una mano rolliza le tiró de la manga:

—Vamos, señorita ______*, no tiene que hablar con los rudos marineros.
Silenciosa como un gato, Martha había aparecido tras ella.

—¿Qué diria su papá? Además, usted misma sabe que no tiene nada que ver con ellos. Se casará con un duque o un conde rico, o algo así, cuando lleguemos a Inglaterra.

—¡Oh, Martha, cállate! —regañó ______* a la anciana de cabello gris que se le colgaba con tanto empeño del brazo—. Hablaré con quien me dé la gana. Además, sólo pensaba preguntarle a este muchacho cuánto falta para llegar a Inglaterra.

—Falta al menos una semana, señora —dijo el marinero, sonriendo a ______* e ignorando el entrecejo de Martha.

—¡Otra semana! —suspiró ______*, bajando con recato las pestañas oscuras y haciendo que aparecieran sus hoyuelos—. ¡Parece eterno! ¡Y los viajes por mar son tan aburridos...! Quisiera que hubiese algo en qué ocupar el tiempo.

Sonrió al marinero, quien a su vez le retribuyó con otra sonrisa descarada.

—¡Vamos, señorita ______*, deje de hablar así! —exclamó Martha, escandalizada por el comportamiento atrevido de su pupila. Tomó con firmeza el brazo de la muchacha e intentó alejarla, pero ______* se resistió indignada y, en su desesperación, Martha se volvió hacia el sonriente marinero.

—Y usted, marinero, si no se ocupa de lo suvo y deja de molestar a jóvenes damas inocentes, se lo diré al capitán. ¡Eso haré!

El marinero le hizo una mueca y abrió la boca para decir lo que sin duda, a juicio de ______*, sería una réplica airosa. Lamentablemente, un grito lo interrumpió;

—¡Barco a la vista! —dijo una voz de hombre, desde arriba.

—¿Dónde? —preguntó al unisono un coro de voces.

—¡A la altura de la proa de babor! —retumbó la respuesta; de inmediato, todos los que estaban en cubierta miraron a la izquierda, a través del mar abierto. ______* se puso de puntillas y forzó la vista para divisar el buque que se aproximaba. No pudo ver más que una extensión interminable de agua, sólo quebrada por las crestas espumosas de las olas suaves. El horizonte, encendido por el sol poniente, teníaun intenso color naranja y ______* se convenció de que no había ningún barco a la vista.

—Es un error —le dijo a Martha, decepcionada—. No hay nada. Veo hasta el horizonte y no hay nada en absoluto.
El marinero rubio se volvió hacia ella y le sonrió.

—Es difícil que pueda ver algo, señora, pues ese barco está muy lejos. Pero si Dave lo dice, allá hay un barco. Está mucho más alto que nosotros y tiene un catalejo. No creo que nosotros lo divisemos hasta mañana por la mañana, si es que viene hacia aquí. Al parecer, tenía razón. ______* se quedó en cubierta hasta mucho después de que oscureció, con la esperanza de divisar el barco, pero no vio nada. Por fin, el frío y la insistencia de Martha la hicieron entrar en el camarote. Allí se envolvió con una manta y se acurrucó temblando sobre la litera, mientras Martha le preparaba el baño. Bajo la mirada desaprobadora de la anciana, roció abundantes sales de baño rosadas y luego se sumergió, con deleite, para quitarse el frío con el baño caliente.

Mientras ella se bañaba, Martha iba de un lado a otro del camarote, recogiendo la ropa que ______* había dejado tirada y ordenándola, sin dejar de refunfuñar en voz alta, regañándola por su atrevimiento al dirigirse a un simple marinero de un modo tan familiar.

—Las dos sabemos que sólo una clase de mujer actuaría así —dijo Martha suspirando y agregó—: Su pobre madre se agitaría en la tumba si viese a la hija comportarse de ese modo.

Ante el regaño, ______* sonrió apenas, cerró los ojos y se hundió en el agua. Las protestas de Martha no la inquietaban en lo más mínimo, estaba acostumbrada a ellas. Ignoró los murmullos indignados y concentró los pensamientos en lo que se pondría al día siguiente. Quería lucir lo mejor posible. Le había gustado conversar ese día con el marinero y ver la admiración en sus ojos. Al día siguiente, tenía la intención de embrujarlo por completo. Tal vez se pondría el de seda color prímula... Se quedó dormida haciendo planes.

Con un vestido de seda amarillo claro y los rizos dorado rojizos en lo alto de la cabeza, ______* rivalizaba con el sol de la mañana siguiente. En cuanto terminó su tocado, se apresuró a salir a cubierta para ver si veía aproximarse el barco y lo vio al llegar a la baranda. Tenia una bella apariencia, a diferencia del navio simple en que ellas viajaban. A toda vela, la alta proa de la otra embarcación, graciosa como un pájaro, surcaba las olas con facilidad. ______* la veía agrandarse y la observaba embelesada, comprendiendo que se acercaba con vertiginosa velocidad al Atina Creer.

—¡Es... tan hermoso! —murmuró, cuando el marinero rubio de la noche anterior se acercó a ella.

—Así es —dijo el joven—. Pero el capitán Hogg... Bueno, no recuerda que los franchutes tengan un buque como ése, que navega con bandera francesa. Más bien, se parece a esos nuevos clíper tan veloces, de Nueva Inglaterra, en las colonias. El capitán pide que las damas se refugien en los camarotes hasta que
estemos seguros. Por las dudas, ¿sabe?

Cuando ______* se volvió a mirarlo, se encogió, incómodo.

—¿Qué significa "por las dudas"? ¿Qué piensa que es el capitán Hogg? ¡No serán... piratas!, ¿no?
La voz de la muchacha se elevó en la última palabra y el marinero la miró, alarmado. Ante la posibilidad de un ataque pirata, lo úlúmo que necesitaban era una mujer histérica. Tragó saliva y se apresuró a decir
—No, señora, tal vez no. El capitán sólo quiere cerciorarse... por las dudas... ¿sabe? Lo más probable es que sea un buque nuevo que no conocemos. Pero hasta que nos aseguremos, sería conveniente que las señoras se recluyesen en el camarote.

Se volvió hacia Martha, que acababa de subir a cubierta y repitió la advertencia. Luego, en respuesta a una orden del timonel, se alejó de prisa.

—¡Señorita ______*, tenemos que bajar de inmediato! —dijo Martha, aferrando el brazo de ______* y tratando de alejarla a la fuerza de la borda.

—¡Martha, no me iré a ningún lado, de modo que déjame! —gritó apartando decidida la mano de Martha—. Quiero estar en cubierta para ver qué sucede. Tú sabes que las dos nos volveríamos locas en el cmarote, sin saber qué pasa o si es un barco pirata. No, si empiezan los problemas habrá tiempo suficiente para bajar. Sacudió la cabeza y Martha, bien familiarizada con la terquedad de su pupila, desistió. "Sir Thomas tendría que haber hecho algo respecto de los caprichos de ______* muchos años antes", pensó. "¡Ahora, parece que quiere que nos maten a las dos!"

Murmurando indignada, Martha se quedó junto a ______*. El barco estaba muy cerca cuando ______* logró por fin leer el nombre, Marfaríta, pintado en letras negras a través de la proa. Veía a hombres pequeños como hormigas deslizándose por la cubierta. En el alcázar, una figura solitaria e inmóvil observaba al Anua Creer por el catalejo. Bajo la mirada de ______*, el cuadrado de seda que flotaba en
e! mástil del Margarita bajó lentamente. En su lugar izaron una bandera negra que, sin lugar a dudas, era el emblema que le habían descrito en los tranquilos tés de la tarde. Cuando oyó hablar de la bandera negra y de lo que significaba, ______* había dicho, orgullosa, que nunca temería a ningún pirata y que, por el contrario, le encantaría conocer a alguno. En ese instante, el temor era como una banda de hierro que le oprimía la garganta, quitándole el aliento.

—¡Señorita ______*, son piratas! ¡Piratas! ¡Oh, que Jesús y todos los santos nos amparen! ¿Qué haremos? —La mano de Martha, helada de miedo, le tiraba de la muñeca—. ¡Tenemos que bajar, señorita ______*! ¡Aquí habrá lucha!

—Espera un minuto, Martha. Tengo que ver... quizá no peleen.
Mientras hablaba, rugió el cañón, un proyectil negro y redondo se elevó en el aire y cayó al agua con estrépito.
—¡Quieren que nos rindamos! —gritaron desde la atalaya.
—¡Si lo hacemos, que los peces se ceben con mis huesos!
—rugió el capitán Hogg—. ¡Si quieren pelea, la tendrán!
Bajó del alcázar y se encaminó furioso hacia el cañonero de proa, vociferando órdenes urgentes a sus hombres.
—¡En posición! ¡Cargar ese cañón! ¡Después de esta pelea, esos canallas lamentarán no haberse quedado en casa, recogiendo la cosecha!
El capitán vio a ______* y a Martha en cubierta, como paralizadas, y lanzó un rotundo juramento. Fue a zancadas hasta ellas y las observó un instante, en silencio. Cuando habló, fue evidente el esfuerzo que hacía para ser cortés:
—¡Lady ___________tn, señorita Jameson, deben bajar de inmediato! —De súbito, perdió el control—. ¡Maldición, aquí habrá una batalla de verdad, con cañones y munición! Mujeres, ¿acaso no tenéis sentido común? ¡Bajad y encerraos en el camarote!

Giró sobre los talones, pues ya no confiaba en mantener la calma. Martha tiró frenética de la mano de ______*, al mismo tiempo que resonaba otro cañonazo del barco pirata.
—¡Señorita ______*, tenemos que bajar! ¡Ya oyó al capitán Hogg! ¡Y comenzaron a disparar! ¡Por favor, señorita ______*!
Martha estaba aterrada y ______* la entendió: ella misma estaba muerta de miedo; dejó que la arrastrara por la portezuela abierta. Cuando llegaron a la abertura, los cañones de los dos buques sonaron al unisono. ______* ahogó un sollozo. Seria un relato maravilloso para contar en un salón londinense, adoptando un aire modesto con respecto a su propia valentía, pero... ¿y si
los piratas lograban capturar el barco? ¿Los matarían a todos, o
quizás algo peor...?

Últimamente, la crueldad sádica de los piratas hacia los pasajeros de los barcos capturados era el tema preferido de conversación entre las damas de la sociedad portuguesa. Se referían a mujeres a las que se desnudaba y eran violadas por una tripulaciónentera de piratas. Si eran jóvenes y bonitas, los piratas les permitían vivir hasta que llegaban a un puerto y las dejaban marcharse.

O las tiraban por la borda, después de haberse satisfecho con ellas. Al oír esos relatos, ______* sentía que un agradable estremecimiento le recorría la espalda. Pero ahora... ¡podía sucederle a ella! De
pronto, la perspectiva no le pareció excitante... sino aterradora.
—Dios querido —oró—. ¡Por favor, ayúdame! Si me ayudas, seré la más buena. Aunque no ganarán, por supuesto —se consoló. Por primera vez agradeció al padre por haber insistido en ponerla a bordo de un buque militar como el Anna Creer. Sin duda sería imposible que esa tripulación de piratas capturara un
navio tan fuertemente armado...

Martha, nerviosa, condujo a ______* al interior del pequeño camarote que compartían. ______* lo cruzó y se sentó sobre una de las literas, mientras Martha se atareaba corriendo el cerrojo y apilando todos los muebles que podía contra la puerta. ______* rió a carcajadas: ¡era tan gracioso el espectáculo de los muebles amontonados contra la puerta...! Martha la miró con severidad.

—Señorita ______*, no se pondrá histérica conmigo, ¿verdad? No hay por qué asustarse. Es imposible que esos demonios pongan un pie en este barco. Mientras Martha hablaba, el ruido de maderas
entrechocándose la desmintió: ¡los piratas trataban de abordar el barco! Se oían gritos roncos y el golpear de los aceros, al tiempo que los piratas lanzaban ganchos de abordaje para sujetar la presa y juntaban en un solo grupo a la tripulación del Anua Greer. El rugido del cañón sacudió a los dos navios y ______* sintió que el Alina Creer enfilaba hacia el puerto al mismo tiempo que una bala de cañón daba en el costado. Luego se oyó un ruido como de lluvia sobre un tejado de hojalata cuando las esquirlas de metal
cayeron como granizo sobre la cubierta del Anna Greer. Los alaridos de los moribundos hicieron palidecer a ______* y Martha se apresuró a taparle los oídos con las manos.

—Ahora no escuches, mi tesoro. No escuches —la arrulló, acunando a la aterrorizada muchacha entre sus brazos.

El estrépito de la batalla que se libraba arriba se hizo más tremendo. ______* estalló en lágrimas y se aferrró a Martha con desesperación, ocultando la cabeza en el amplio pecho de la mujer y sollozando como si tuviera siete años, en lugar de diecisiete. Martha la estrechó con fuerza y ______* sintió un absurdo consuelo pensando en que, si estaba con la niñera, nada podría sucederle.

Pareció que la lucha duraba horas. En los estrechos confines del camarote, ______* y Martha perdieron toda noción del tiempo. Los gritos roncos y el tableteo de las armas las obligaron a meter las cabezas bajo las almohadas. Por fin, de súbito, se hizo silencio.

Tras un prolongado momento de agonía en el que las dos mujeres se esforzaron por oír algo que les indicara el resultado de la batalla, ______* se levantó de un salto, abriendo v cerrando los puños. Tenía que saber. No soportaba la incertidumbre. Comenzó a avanzar hacia la puerta como una sonámbula; Martha se tambaleó tras ella y la sujetó por la cintura, tratando de arrastrarla otra vez hacia la seguridad de la litera.

—¡Déjame ir! —gritó ______*—. ¡Tengo que salir de aquí! ¡No puedo soportarlo! ¡Por favor, déjame ir!
Trató de soltarse, pero Martha se aferró a ella.
Se oyeron pasos en el pasillo, fuera del camarote. Las dos se paralizaron, con los ojos y los oídos dirigidos hacia la puerta. En ambas cabezas surgió la misma pregunta: ¿quién habría ganado, la
tripulación de! y lima Creer o los piratas?

Alguien intentaba abrir, haciendo resonar el cerrojo.
—¡Eh, Quincey, está cerrado! ¡Aquí! —dijo una voz ronca de excitación.
______* tragó con dificultad y de pronto se le aflojaron las rodillas. Se dejó caer en la litera, aferrándose a Martha en procura de apoyo. Por cierto, esa extraña voz nasal no pertenecía a ninguno de los miembros de la tripulación del Anua Creer. ¡Los piratas habían tomado el barco!

—Todo saldrá bien, señorita ______* —murmuró Martha, con tono decidido—. El buen Señor se ocupará de ello. Usted quédese callada y escóndase en el guardarropas. Martha los mantendrá alejados.
______* protestó llorando, pero Martha la arrastró hasta el alto guardarropas de roble y la metió dentro. ______* se tambaleó y cayó en la oscuridad sofocante: apenas había lugar para estar de pie. Martha cerró el guadarropas y ______* oyó el chasquido de la cerradura. Gimió como un animalito asustado y Martha la tranquilizó en susurros, desde el otro lado de la puerta de madera.

—Todo saldrá bien, mi tesoro. Ya verá. Usted limítese a quedarse callada y a ocuparse de sí misma. Martha la cuidará.

______* oyó que los pasos de Martha se alejaban del guardarropas. Sola, en ese espacio estrecho, se sintió aterrada. Tembló de miedo y tuvo que apretar las manos contra la boca para ahogar los sollozos. El corazón le latía con tal fuerza que pensó que se le escaparía del pecho en cualquier instante. Oyó que los piratas en el pasillo empezaban a golpear con fuerza la puerta del camarote.

—¡Abran aquí! —gritó una voz con denso acento.

—¡Abran o tiraremos la puerta abajo!

Un fuerte crujido hizo temblar todo el camarote y ______* sintió que se le detenía el corazón: ¡los piratas romperían la puerta! Se dejó caer de rodillas, sintiendo las piernas como si fuesen de trapo. Los dientes le castañeteaban de miedo.

—¡Por favor. Dios! —oró, desesperada—. ¡Oh, por favor, por favor!

Otro crujido sacudió el camarote. Luego otro. Y otro. Cuando un último crujido anunció que la puerta cedía, ______* creyó que se desmayaría. Lo único que la mantuvo consciente fue la idea de lo que sucedería si quedaba indefensa en manos de los salvajes. Le rodaron lágrimas por las mejillas y tuvo que meterse la falda en la boca para ahogar el ruido de su respiración agitada.

"Debo conservar la calma" se dijo, con firmeza. "Si hago ruido, me encontrarán."
Desde el otro lado de la división, ______* oyó gruñidos v el resonar de los pasos pesados de los piratas que entraban en la habitación. Oyó la voz de Martha, aguda de temor, que regañaba a los piratas.
—¡Fuera de aquí, salvajes! —chilló Martha—. ¡El buen Dios los atravesará con la espada por lo que hicieron hoy!

Las palabras de Martha terminaron en un gorgoteo. Se oyó un golpe y luego el sonido sordo de un cuerpo al caer al suelo.

—¡Oh, Dios, no! —gimió ______*, deseando correr en auxilio de la niñera, aunque sabía que no haría más que empeorar las cosas.

Aunque ______* se esforzó por oír, Martha no emitió un solo sonido más. Mientras los piratas destrozaban el camarote, ______* escuchó, indefensa y aterrorizada. No dejaron nada sano en busca de objetos valiosos; comprendió que sólo era cuestión de tiempo que miraran dentro del guardarropas. Se escondió lo mejor que pudo entre la ropa colgada, pero supo que cualquiera que abriese la puerta la vería de inmediato.

Oyó pasos que se aproximaban y trató de juntar valor.La puerta se abrió de golpe y entró la luz. La cara enrojecida y barbuda de un sujeto lo bastante viejo para ser su abuelo parpadeó asombrado al verla. Los dientes, que exhibía en una amplia sonrisa, estaban reducidos a tocones negros. ______* se estremeció,
tratando de refugiarse lo más posible dentro del mueble, pero cuando el pirata cerró una mano mugrienta sobre su muñeca y la arrastró fuera del escondite lanzó un grito. El viejo rió entre dientes al oírla gritar y tiró con fuerza de ella tratando de posar la boca húmeda sobre los labios de ______*.

Tenía el aliento fétido y a ______* se le revolvió el estómago. Se resistió con fiereza, en silencio, demasiado asustada hasta para gritar. El viejo resopló, disfrutando de la resistencia de la mucha-
cha y la sujetó a distancia mientras la examinaba de pies a cabeza.

—¡Vaya si es bonita! —dijo por encima del hombro, y ______* vio que había otro hombre, inclinado sobre el cuerpo inerte de Martha. Al oír al compañero, este sujeto se irguió y contempló a ______* con indisimulado deseo.

—¡Por Dios, Quincy, lo es! ¡Será mejor que nos demos prisa a turnarnos con ella, antes de que el capitán le ponga la mano encima! ¡Después no tendremos oportunidad!
—¡Eso mismo pienso yo! —rió Quincy entre dientes y sol-
tó el brazo de ______*, para aterrarle el cuello del vestido y tirar hacia abajo con toda su fuerza.
La fina seda se desgarró, lo mismo que la camisa de muselina: ______* quedó desnuda casi hasta la cintura. Miró a los doslascivos sujetos con horror creciente. ¡Era verdad lo que les sucedía a las mujeres prisioneras de los piratas! La mano torpe de Quincy, que le manoseaba los pechos, interrumpió sus pensa-
mientos. Al contacto, ______* gritó enloquecida y se debatió con desesperación. El hombre rió, ya enardecido, y el compañero soltó una carcajada, instándolo a apresurarse.

Quincy la atrajo con brusquedad hacia él y le sujetó las manos a la espalda mientras le manoseaba los pechos. Otra vez intentó besarla dejando un rastro húmedo en su rostro y ______* creyó que iba a vomitar.

—¡Por el amor de Dios, termina con eso! —lo urgió el otro, con tono ronco, lamiéndose los labios mientras contemplaba los pechos desnudos de ______*.

Quincy comenzó a empujarla hacia la litera y ______* luchó contra él con una fuerza que nacía del terror. Le hundió los dientes en la mano y cuando el sujeto saltó hacia atrás, se las ingenió para soltar una mano y clavarle las uñas en la cara. El hombre soltó una maldición y enarboló el puño, dispuesto a desmayarla de un puñetazo y a dar por terminada la pelea; ______* gritó otra vez, desesperada.

—Por todos los diablos, ¿qué pasa aquí? —preguntó con aspereza otra voz varonil.


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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 21, 2011 11:58 pm

—¡Por Dios, Quincy, es el capitán! —exclamó el que observaba, con voz ahogada, dejando caer a _____* como si de pronto la carne de la muchacha le quemara.


Con un sollozo ultrajado, _____* contuvo el aliento y balanceó la mano en un amplio arco, que aterrizó bajo la oreja de Quincy. El viejo aulló, saltó hacia atrás y _______* corrió tras él para volver a atacarlo. Pero alguien le sujetó las manos desde atrás con un apretón de hierro; la muchacha pateó y forcejeó, ciega de pánico ante el nuevo captor.


—¡Basta! —gritó el hombre a sus espaldas y las manos que la sujetaban la sacudieron con tanta fuerza, que creyó que se le desprendería la cabeza.


Cuando al fin se quedó quieta, las sacudidas cesaron; _____* levantó la vista y se topó con los ojos más helados y despiadados que había visto en la vida: grises y duros como el acero, de expresión amenazadora, como el rostro al que pertenecían. _____* tembló bajo su severa mirada. Cuando el hombre comprobó que ella ya no se movía, pasó esa mirada enervante hacia los hombres. _____* siguió mirándolo, transfigurada.


Tenía el cabello negro como el azabache, ondulado, y la piel oscura contrastaba con esos helados ojos grises. La nariz era larga y arrogante, la boca delgada, una simple línea. Aparentaba unos treinta años y _____* percibió su fuerza tremenda en el apretón con que le sujetaba las manos. Los brazos y los hombros se hinchaban de músculos y era muy alto. Además, era el hombre más apuesto que había visto en la vida.


Los dos marineros se encogieron bajo la mirada del hombre cuando los observó con calma aterradora. Quincy iba a hablar, pero calló al ver que la mirada del capitán se oscurecía. Poco después, los duros ojos grises se volvieron hacia _______*, que se apresuró a bajar la vista. E] hombre entrecerró los ojos al percibir por primera vez su belleza y se demoró en la contemplación de los pechos desnudos y agitados. Al comprender dónde se posaba esa mirada, la muchacha enrojeció, pero como no tenía modo de cubrirse no pudo hacer nada.


Tras un largo momento, el hombre apartó la mirada.


—Quincv, 0'Halloran, he dado órdenes de que trataran con consideración a todos los prisioneros. La "consideración" no incluye la violación ni la violencia física contra una anciana —añadió, cuando un gemido de Martha atrajo su atención hacia ella por primera vez.
_____* se soltó y corrió hacia la niñera. El capitán le echó un vistazo breve y luego se concentró otra vez en los hombres.


—Pero capitán, sólo estábamos... —protestó Quincy, pero retrocedió al ver la furia desnuda en los ojos del capitán.

—¡Cállate! —dijo, con frialdad el capitán, dando una nueva orden—: ¡Kevin!

Un joven, impecablemente vestido con el atuendo de segundo oficial de la Armada británica, entró de prisa y saludó con vivacidad.

—¿Sí, señor?

—Acompañe a estos hombres de regreso al Margarita. Luego, decidiré qué hacer con ellos.

—¡Sí, señor! —volvió a saludar Kevin e hizo una señal a Quincv y 0'Halloran, que lo siguieron con aire lúgubre a través de la puerta destrozada.


_______* oyó los pasos que se alejaban, presa de sentimientos encontrados. Claro que estaba contenta de verse libre de Quincv y su amigo, pero no le gustaba quedar a merced de este hombre. Tenía un aire de crueldad que no dejaba lugar a dudas: si él hubiese sido el atacante, nada ni nadie lo habría detenido.


—Debo pedirle perdón por la conducta de mis hombres —dijo, volviéndose hacia ella que estaba arrodillada junto a Martha y haciendo una reverencia cortés—. Capitán Nicholas Nick as, a su servicio.


—Acepto su disculpa, capitán —repuso _____* con dignidad, al tiempo que se sujetaba la parte delantera del vestido y se ponía de pie.


Miró al hombre con desconfianza: esa cortesía inesperada la alarmaba. Tuvo la impresión de que, de algún modo, estaba poniéndola a prueba. Pensó que lo mejor sería seguir su ejemplo y le tendió la mano.

—Soy lady __________tn Aidley, hija del conde de Badstoke.

—Me honra conocerla, señora. —Le tomó la mano con el grado exacto de galantería y la llevó a los labios.

La sensación de esa boca dura sobre el dorso de la mano hizo cosquillear la piel de _______*.

Ante la aparente gentileza del individuo, algo del terror y la cólera disminuyeron y hasta se atrevió a emplear un tono algo imperioso:

—Mi doncella fue herida por sus rufianes. Necesita atención inmediata.

—Enseguida me ocuparé, señora —prometió el hombre, con seriedad, y luego lanzó una carcajada, soltando la mano de _____*—. De modo que es "milady", ¿no es cierto? —rió, examinándola de pies a cabeza.

Dio unos pasos hasta quedar frente a ella, que tuvo que echar la cabeza atrás para poder mirarlo en los ojos.

—¿Y cuántos años tiene, miladv?


Con gesto juguetón, le tocó la barbilla con un dedo. Los ojos de _____* lanzaron chispas, ante lo cual el hombre rió otra vez, como si ella fuese lo más divertido que hubiese visto jamás.


—Será conveniente que me conteste, preciosa, si no quiere que imagine que es usted mayor de lo que parece y actúe en consecuencia.

El tono burlón enfureció a la joven, que le lanzó un puntapié, haciendo que su delicado calzado entrara en
contacto con los músculos duros de la pantorrilla del hombre. El capitán hizo una mueca y, aterrándola de
los hombros, la apretó con fuerza contra sí. Cuando _____* intentó clavarle las uñas, le sostuvo las
manos sin dificultad con una de las propias y las sujetó a su espalda. Le sonrió burlón y, alzando la mano
libre, acarició como al pasar los montes suaves de los pechos.

¡_____* sintió fuego en la piel! Bajo la íntima Caricia, los pezones se endurecieron y la sensación física la hizo jadear. Se retorció, tratando de soltarse con todas sus fuerzas, pero el hombre la sujetó sin dificultad. Siguió acariciándole los pechos, mirándola con un atisbo de sonrisa en los ojos.

—¿Cuántos años tienes, preciosa? —preguntó otra vez, más íntimamente.

Si bien el tono era suave, la diversión acentuaba los rasgos del rostro. Como _______* guardaba silencio,
le pasó las yemas de los dedos con infinita suavidad por los pezones. Ella sintió casi un dolor en lo
profundo del vientre: la horrorizó lo que estaba sucediéndole. Era una dama, virgen, hija de una de las
familias más distinguidas de Inglaterra. Y cuando ese animal, ese canalla, se atrevía a ponerle las manos
sobre la piel desnuda, en lugar de gritar o desmayarse como sería propio de una dama... ¡permanecía
inmóvil frente a él! La acometió una oleada de vergüenza y furia más intensa que cualquier cosa que
hubiese sentido hasta entonces y, sin poder contenerse, le escupió el rostro burlón.



Tras un instante de atónito silencio, el capitán unió las cejas en gesto amenazador y sus ojos comenzaron
a resplandecer de un modo que asustó a _____*. Con lentitud, se enjugó el escupitajo.



La expresión de su rostro aterró a la muchacha, tan perpleja como él por su propia acción.

"¡Oh, Dios querido, ahora me matará!", pensó. El hombre la contempló largo rato en silencio y _____*
sintió que la abandonaba todo rastro de coraje. Se echó a temblar de miedo. Al notarlo, los músculos de
alrededor de la boca del hombre se relajaron un tanto y parte de la furia se esfumó de su semblante.



—Milady, lo que tú necesitas es educación —dijo, subrayando las palabras, mientras la atraía con rudeza
hacia sí.

La boca de! hombre se abatió sobre la de la muchacha, dura, cálida, exigente, y la besó como nunca la
habían besado. Los castos besos que recibiera una o dos veces no eran nada en comparación y de hecho
le dejaron cierto desprecio por los chicos a los que esos besos redujeron a una temblorosa incoherencia.
En ese momento, el que la besaba era un hombre, no un muchacho, y le tocó a _____* quedar reducida a
una temblorosa incoherencia.



La lengua del capitán separó los labios de _____* y se hundió en su boca. Ella estuvo en un tris de
desmayarse y sintió que un calor ardiente quemaba su boca. En vano le empujó el pecho, sintiendo frío y
calor al mismo tiempo. El hombre enredó la mano en un mechón del pelo de la muchacha y la sujetó,
tirando con crueldad cuando ella se movía. Por fin, _____* se apoyó contra él y se sometió al abrazo. El
capitán le acarició los pechos temblorosos con manos expertas, cosquilleando los pezones con suavidad y
ella sintió que un calor ardiente subía desde lo más profundo de su ser. Horrorizada, hizo un último
esfuerzo para escapar, pero el hombre dio un tirón brutal y ella gritó.



La boca del capitán le quitaba el aliento y sintió que se desmayaba. El camarote comenzó a girar ante sus
ojos en un remolino enloquecedor. Los cerró y se apoyó contra él como si fuese el único objeto sólido en
un mundo turbulento; cuando la apretó más sintió la dureza entre las piernas del hombre. El contacto, la
cercanía primitiva y viril, despertaron en ella algo igual de primitivo: se sintió extraña, distinta. Lo odiaba
y le temía, pero las manos del hombre sobre su cuerpo la hicieron arder como si tuviese fiebre. Se
estremeció y, sin advertirlo, le rodeó el cuello con los brazos: estaba respondiendo al beso.



Cuando por fin él se apartó, _____* temblaba con tal fuerza que no podía tenerse en pie. El hombre la
contempló con expresión inescrutable. _____* se ruborizó bajo esa mirada firme y se apresuró a bajar la
vista.



—De modo que no eres tan joven como pensé —dijo el hombre con lentitud y todo el cuerpo de _____*
ardió de vergüenza.



"Lo odio, lo odio", pensó, aturdida. "¿Qué me hizo actuar así?"

El hombre la contempló un momento más y luego la alzó en los brazos. El movimiento fue tan inesperado
que, por un instante, _____* enmudeció. El capitán la sostuvo acurrucada contra su pecho y salió por lo
que quedaba de la puerta del camarote.



En el corredor, _____* vio el cuerpo inerte de quien había sido un miembro de la tripulación del Anna
Creer. Le habían cortado

limpiamente la cabeza y yacía en un charco de sangre seca. _____* se estremeció y apartó la mirada del
horrendo espectáculo. Los

brazos que la rodeaban eran un extraño consuelo. "¡El lo hizo!", pensó, poniéndose rígida. "¡Y ahora me
lleva para hacer Dios sabe qué conmigo!"

Se debatió con violencia entre los brazos del hombre.



—¡Bájeme, asesino! —exclamó entre dientes, intentando inútilmente soltarse.



El hombre no hizo caso del forcejeo, que no lo desvió en lo más mínimo. Desesperada, _____* le clavó
las largas uñas en una mejilla, haciendo brotar gotitas de sangre. La furia que ardió en los ojos del capitán la hizo aflojarse de golpe entre sus brazos, pero él no intentó vengarse de su violencia. La levantó más aún y la apoyó sobre el hombro como si fuese un saco de harina. Esa posición ignominiosa la enfureció y gritó con toda la fuerza de sus pulmones. El capitán le propinó una fuerte palmada en el trasero, que estaba en posición conveniente. _____* jadeó de dolor y sorpresa: ¡hasta entonces, nadie se había atrevido a hacer algo semejante!


Lo pateó con crueldad. La punta dura del zapato dio de lleno en el estómago del hombre y _____* sonrió
complacida al oírlo gemir. Al instante, la mano golpeó otra vez con fuerza el trasero de la joven, haciendo
que la primera palmada pareciese una mera caricia. Se le escapó un gemido de dolor. Se retorció,
tratando de bajarse, pero el capitán la golpeó otra vez. _____* gritó, insultándolo con todo el repertorio de maldiciones que conocía. Cuando se quedó sin aliento, empezó a darle puñetazos en la espalda.



El hombre le golpeó otra vez el trasero, con fuerza, y siguió haciéndolo mientras subían la angosta escalera. Cuando llegaron a la cubierta principal, _____* estaba echada, quieta, sobre el hombro del
capitán. Le corría un torrente de lágrimas por la cara y sentía el trasero como de fuego. Cerró los ojos al
ver los cuerpos mutilados, desparramados donde habían caído y, con tremendo esfuerzo, ahogó un
sollozo. Odiaba a ese hombre que le había hecho eso a ella, a todos, con todas las fuerzas que le
quedaban. La mente de _____* giró en un vértigo de odio impotente, rabia y vergüenza.



Bue hasta aca! me dicen q les parecioo y las sigoo! besos
las quiere...

Pau- Administradora^^
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Mil3tt

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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeMar Mar 22, 2011 10:00 pm

Ahhh me encanta me encanta
tienes k seguirla yaaa
nunk en mi vida habia leido alga tan maravilloso
vamos xfa siguelaaa yaaaa
es necesario
es de urgencia
sube cap subelo yaaa
es verdaderamente fascinante la nove
atte: Milet tu 1era Lectora I love you
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeMiér Mar 23, 2011 8:37 pm

Mil3tt escribió:
Ahhh me encanta me encanta
tienes k seguirla yaaa
nunk en mi vida habia leido alga tan maravilloso
vamos xfa siguelaaa yaaaa
es necesario
es de urgencia
sube cap subelo yaaa
es verdaderamente fascinante la nove
atte: Milet tu 1era Lectora I love you

Gracias pero necesito mas publicidad y mas firmitas y subooo te lo prometoo
Graciuas x leer
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Monkey Nuts! xD

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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeSáb Mar 26, 2011 10:12 pm

Aki llegue yooo!!
Waaaaa!!
siguelaaaaaaaa
Wink
new reader!! (2da Razz)
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeDom Mar 27, 2011 4:29 pm

''Ricitos'' escribió:
Aki llegue yooo!!
Waaaaa!!
siguelaaaaaaaa
Wink
new reader!! (2da Razz)

Siiii ya somos dos lectorasss Razz cheers Razz cheers Razz
Vamos xfa siguelaaa
Somos dos somos dos somos dos Oh siii Razz Razz cheers Razz Razz
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 28, 2011 5:51 pm

jajajajajajajaj bueno gracias chicas ... ahora la sigo
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 28, 2011 5:52 pm

Nicholas Jonas llevaba la carga con facilidad. Subió de a dos los angostos peldaños y avanzó por la cubierta hasta donde media docena de hombres custodiaban a los pasajeros y a la tripulación del Anna Creer. La muchacha era un peso muerto sobre el hombro del capitán y parecía, por fin, sometida. Nick rió para sí, con amargura. La deseaba más de lo que quena admitir, aun para sí mismo.

Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, habría gozado domesticándola. Pero hacía ocho años que evitaba que lo apresaran y navegaba bajo la bandera negra guiándose por un principio fundamental: nunca tomar prisioneros. Eran más los problemas que los beneficios. Quizá pudiese hacer una excepción con esta joven.

Nick se detuvo con brusquedad, levantó el cuerpo del hombro y lo arrojó sin ceremonias sobre las tablas duras de la cubierta. _____* se sentó y elevó los ojos desbordantes de lágrimas hacia él, con expresión desafiante. Tenía el cabello revuelto por el rudo trato recibido y le colgaba en cobrizo desorden por la espalda. Las lágrimas habían trazado surcos de suciedad a los costados de su cara; apretó con fuerza los labios para que no le temblaran. La lozana hinchazón de los pechos era visible aunque ella apretase con fuerza los trozos del vestido desgarrado con ambas manos.

Nick pensó que nunca había visto a una mujer tan deseable.

—Vigílala —dijo con tono seco a un marinero que estaba cerca; después cruzó la cubierta para supervisar el paso de la carga
del Anna Creer a la bodega del Margarita.

La carga consistía en mineral de plata por valor de miles de dólares, pago parcial del gobierno de Portugal a Inglaterra por seis fragatas de construcción inglesa. Nick supo del embarque a través de un informante pagado que estaba empleado en la embajada portuguesa en Inglaterra. Lo más interesante de la información consistía en que la plata viajaba casi sin custodia. Aunque iría en un buque militar, el navío viajaba solo. La acostumbrada flotilla de barcos custodios sería abandonada.

Nick no creyó la noticia cuando se la dieron. No pAnna Creer que un gobierno fuese tan negligente como para enviar esa cantidad de plata sin protección. Pero corroboró la historia y no encontró ninguna contradicción. Como fueron comprendiendo poco a poco, el razonamiento del gobierno portugués había sido que, cuanto menos se atrajese la atención, más a salvo de un ataque estaría el barco. En un principio, la idea era trasladar el valioso mineral en un barco de pasajeros sin cañones, pero se desechó como demasiado arriesgada y se llegó a un acuerdo: la plata sería embarcada en un único navío militar, sin custodia, como si estuviese haciendo un viaje de rutina.

Se eligió el Anna Creer con instrucciones de llevar unos pocos pasajeros, para dar al viaje la apariencia más inocente posible. Atrapar el Anna Creer había sido peligroso. El Anna Creer siguió durante días, en espera de algo fuera de lo común, aunque no observaron nada. Al parecer la información era correcta, pero aun así Nick estaba intranquilo. Algo en la situación le parecía raro.

Tan sólo esa mañana había tomado una decisión: tomarían el Anna Creer. El mejor momento serían las últimas horas del atardecer, cuando el efecto adormecedor del sol poniente y el agua hubiesen embotado los sentidos de la tripulación. Toda la operación llevaría menos de una hora y el Margarita tendría que alejarse. Con suerte, ninguno de los pasajeros del Anna Creer, y sólo unos pocos de la tripulación, sufrirían daños.

Hasta el momento, la operación había funcionado sin dificultades. Claro que, por desgracia, el Anna Creer no se había rendido al principio y no era eso lo que él esperaba. Las pérdidas del Margarita fueron mínimas y en ese momento la mayoría de los hombres del capitán Nick se dedicaban alegremente a recoger todo lo que podían acarrear. En cuanto llegaran a puerto seguro, se dividiría entre todos los miembros de la tripulación por partes iguales. Como capitán, Nick tenía derecho a un quinto del total y el apresamiento del Anna Creer haría muy provechoso ese viaje para él.
— ¡De prisa, Harley, Thomson! —vociferó, irritado por la lentitud con que trabajaban.

Los dos hombres, que llevaban una carga de plata a través del puente improvisado entre e! Margarita y su presa, estuvieron en un tris de caer por la borda en la prisa por obedecer la orden, Nick observó un rato la tarea de la tripulación y luego se volvió para examinar a los pasajeros que habían sido separados de la tripulación y eran custodiados por dos de sus hombres.

Excepto por la muchacha, constituían un grupo poco atractivo. Había un hombre de mediana edad y su esposa, gorda y llorosa, que sin duda eran comerciantes adinerados, un lord inglés vanidoso y su mayordomo de rostro impasible, la robusta doncella de la joven, que observaba ansiosa a su pupila, y una mujer mayor con un feo vestido de color lavanda que había estado de moda veinte años antes.

"Por cierto, no hay mucho que mirar", reflexionó Nick, "a excepción de la muchacha. Pero todos ellos deben de tener dinero o estar relacionados con él." "Sacaríamos un buen rescate por ellos", pensó, lamentando su regla de hierro de no tomar prisioneros. Pensativo, movió la cabeza: provocaban demasiados problemas, en especial las mujeres, que podían causar riñas entre la tripulación. "Sin embargo, es una lástima. Me gustaría pasar un rato con la muchacha."

—¡Capitán, por Dios, mire a estribor! —exclamó, jadeante, un marinero—. ¡Hay una armada entera!

Nick giró bruscamente y observó el mar: en el horizonte aparecía un barco tras otro y todos se dirigían, amenazantes, hacia el Anna Creer. Mentalmente, Nick se maldijo por haber sido tan tonto para no hacer caso de la vocecilla interior que trató inútilmente de advertirle y por eso cayó en una trampa. Sin duda el Anna Creer era una carnada muy bien preparada.

"¡Para atrapar a un tonto que no supo resistirse a la tentación!", pensó, enfadado y se volvió para disparar órdenes a la tripulación.

— ¡Terminad de cargar la plata, rápido! ¡Por vuestra vida!

Dio las órdenes con voz severa y decidida, y los hombres se precipitaron a obedecerle. Nick se volvió hacia Kevin, que se había acercado a él y lo miraba, ansioso.
— ¡Busca al capitán del Anna Creer y tráelo!

Mientras esperaba al capitán del barco secuestrado, la mente de Nick trabajaba con frenesí. Si el Margarita echaba a andar, podía dejar atrás a las fragatas. Pero estaban a menos de una hora de distancia y se acercaban a toda velocidad. Y bastaba con uno solo de esos buques poderosos para hundir limpiamente el barco pirata. Para salvarse, tendrían que recurrir a la astucia. En el mismo instante en que Kevin se acercaba con el capitán del Anna Creer, Nick adoptó una decisión.

—Kevin, trae a ese par aquí, la anciana y la joven. Ponías a bordo del Margarita. [Serán nuestras rehenes para asegurar el buen comportamiento de las fragatas!

—¡Sí, si, capitán! —respondió Kevin con vivacidad y rió entre dientes. Nick los salvaría: ¡hasta entonces, nunca les había fallado!
—Señor —dijo Nick amablemente al furioso capitán—. Lamento mucho verme obligado a tomar a algunos de sus pasajeros como rehenes. Pero no sufrirán daño en tanto las fragatas conserven la distancia y no utilicen los cañones. De lo contrario, si se hiciera un solo disparo... le aseguro que los rehenes serán ejecutados de inmediato. Un disparo. Confío en usted para que lleve este mensaje al capitán de las fragatas.

El semblante del capitán del Anna Creer expresó su consternación.

—¡Señor, no esperará escapar con los rehenes! La señora mayor es la duquesa de Kent y la joven es la hija del embajador en Portugal! ¡Le imploro que no se las lleve! ¡En lugar de ellas, llévenos a mí y a mi tripulación!

Nick rió y se dio la vuelta.

—¡Capitán, transmita mi mensajel

Dio órdenes en voz baja a otro miembro de la tripulación y, minutos después, el indignado capitán del Anna Creer en bajado a una falúa conducida por seis remeros.

—¡Remad! ¡Remad hacia las fragatas! —gritó Nick , sobre la borda—. ¡Malditos, de prisa si no queréis que os mate allí
mismo, en el agua!

Ante semejantes amenazas, los remeros pusieron todo su empeño y la pequeña embarcación casi volaba por el agua, hacia las fragatas.

Nick saltó a bordo del Margarita cuando el último de los rehenes hubo asado por el puente improvisado.

—¡Soltar amarras!

Y Cortaron a hachazos las cuerdas que unían las dos embarcaciones y empezaron a apartarse lentamente.

— ¡Cuadrar las velas!
La enorme vela principal fue izada en el mástil y aleteó con
fuerza un momento, antes de hincharse con el viento.
- —¡Virar a barlovento!

Al Margarita parecieron brotarle alas cuando el viento la empujó, cortando las olas a toda velocidad.
En la cubierta, _____* contuvo sus aterrados sollozos, mientras el Margarita cobraba velocidad. Sentía en la garganta un nudo formado por todas las lágrimas sin derramar: nunca se había sentido tan sola ni tan desamparada.

Los rehenes habían sido agrupados bajo la vela principal y atados flojamente con una cuerda que les pasaba por la cintura y las piernas, para que no se movieran del lugar.

—Así podremos disponer de ustedes rápidamente —dijo el hombre que los amarró, con una sonrisa macabra que dejó poca duda acerca de las intenciones de los piratas. Si las fragatas no se mantenían a distancia, sus vidas servirían de prenda.

—No nos harán daño. Las fragatas no abrirán fuego con nosotras a bordo —dijo la duquesa, con voz fuerte y clara.
El miedo evidente de _____* le provocaba compasión y le palmeó la mano para calmarla. El comerciante estaba demasiado
atareado en lidiar con la histeria de la esposa para discutir, como al parecer era su intención.

La cubierta del buque pirata hervía de actividad. En su elemento, los marineros corrían de un lado a otro cumpliendo sus tareas. Ante los propios ojos de los rehenes, la banda de piratas se convirtió en un grupo de avezados y disciplinados hombres de mar. _____* lanzaba ocasionales miradas de soslayo al capitán, que parecía estar en todos lados, vociferando órdenes y ayudando cuando hacía falta. Al parecer, los hombres le guardaban considerable respeto. _____* oía murmullos por los cuatro costados: "El capitán nos sacará de esto. ¡Hasta ahora, nunca nos defraudó!"

El Margarita estaba construido para ser un navio veloz y, literalmente, volaba sobre el agua. Tras él, las fragatas perdían distancia pero siempre seguían a la vista. El sol se puso y comenzó a soplar viento. _____* temblaba de frió bajo el mástil y los labios de la anciana
duquesa estaban morados. Al parecer, la pareja de comerciantes tenía suficientes capas de grasa que los protegían del frió.

La luna era un fantasma pálido que flotaba sobre las cabezas de todos cuando el capitán se acercó a los rehenes. Los observó en silencio, con expresión sombría. El corazón de _____* empezó a palpitar, alarmado.

—Dad gracias a vuestro Dios, sea cual fuera, de que las fragatas no hayan abierto fuego. Parece que valoran vuestras vidas más que la plata. Si yo estuviese en vuestro lugar, rogaría que no cambiasen de idea.

En voz alta, para que lo oyese desde el otro extremo de la cubierta, llamó a Kevin, quien se apresuró a acercarse.

—Toma a un par de hombres para llevar a los prisioneros abajo y encerrarlos. Creo que el sitio adecuado es la bodega. Diles que se aseguren de encadenar bien a ese hombre... ya tenemos suficientes problemas sin que se le ocurra hacerse el héroe.

Los ojos duros y grises se posaron un instante en _____*, que se apresuró a apartar la mirada y se ruborizó intensamente. Con cierta vacilación, el hombre la contempló como si tuviese algo en mente y luego dijo a Kevin:

—Lleva a la muchacha a mi camarote.
—¡Señor! —exclamó Kevin con voz aguda, sin poder contener la sorpresa.
Nick le respondió en tono áspero:
—Ya me has oído. Llévala a mi camarote y enciérrala.
—¡Sí, señor! —respondió Kevin, con rigidez, enrojecido por su propia falta de control.

El capitán le echó una mirada ceñuda antes de girar sobre los talones y alejarse.
Kevin se apresuró a obedecer las órdenes, incapaz de dejar de preguntarse qué era lo que Nick tenía en mente, pues si bien le gustaban las mujeres no era proclive a la violación. Y sin duda tendría que sel- una violación, pues evidentemente la muchacha era la inocencia personificada. Si bien tenía un rostro encantador y un cuerpo seductor, era poco más que una niña y, además, estaba aterrada. ¡Y por añadidura, era una dama! No era la clase de mujer a la que Nick pudiese tumbar despreocupadamente y desechar cuando se cansara... ¡pues la familia reclamaría sangre!

¡Kevin tembló al pensar en lo que podría suceder a Nick si capturaban el Margarita, rescataban a los rehenes y descubrían que la jovencita había sido desflorada! Estaba seguro de que lo colgarían de inmediato. Más aún: tal vez lo mataran en el acto.

Incrédulo, Kevin meneó la cabeza, pues aunque la muchacha fuese una belleza, ¡ninguna mujer valía tanto como para morir por ella! ¡Veinticuatro horas antes, el mismo Nick habría estado de acuerdo! Pero, como Kevin sabía por experiencia, una vez que a Nick se le metía algo en la cabeza, no había quien lo detuviese. ¡Y por cierto que no sería él, un simple miembro de la tripulación, quien intentara decir al capitán lo que tenía que hacer!

Todavía inquieto, se ocupó del traslado seguro de los otros prisioneros, para luego volver a desatar a la chica. La encontró fría e inmóvil como una estatua de mármol blanco y le remordió la conciencia cuando tuvo que arrastrarla, casi, hasta donde se halla ba el camarote del capitán, bajo el alcázar. La muchacha se detuvo petrificada en la entrada y Kevin sintió que le temblaba el brazo.

—No lo haga —dijo _____*, en un suspiro, mirándolo con ojos desorbitados.
—Son órdenes del capitán, madam —repuso Kevin, incómodo, lamentando que la cubierta no se abriera y lo tragase.

La muchacha le apoyó una de sus pequeñas manos en el brazo y Kevin se sobresaltó.

—Por favor, póngame con los otros, se lo ruego. Mi padre es un hombre rico y pagará bien por recuperarme... indemne. O
tal vez pudiera bajar en uno de esos botes...

La voz se le quebró y Kevin trago saliva, incapaz de toparse con esa mirada hechicera.

—No puedo hacer nada, madam. Lo siento. Si le desobedezco, el capitán podría meterme en el calabozo o algo peor. Le apoyó una mano debajo de la cintura y la instó a entrar.

A desgana, _____* dio unos pasos dentro y se volvió a mirarlo. El temor que vio en esos ojos inmensos conmovió a Kevin.

—Mire, señora —dijo, desesperado—. El capitán Nick es no es ningún santo, pero tampoco es un miserable. Hace ocho años que estoy con él y nunca vi que le hiciera daño a una mujer. No le ocurrirá nada.

—No será gracias a usted —replicó la muchacha en tono amargo y le dio la espalda, en una clara indicación de que esperaba que se fuese. Kevin la miró, impotente, retrocedió y salió, echando cerrojo a la puerta.

_____* oyó que el cerrojo caía en su sirio. No podía creer que estuviera sucediéndole semejante pesadilla. Sollozó con un sonido ronco y seco. "Pero las lágrimas no me servirán aquí, donde no hay nadie que pueda ayudarme", se dijo. Irguió los hombros y examinó el lugar en busca de posibles vías de escape. En la oscuridad, apenas pudo distinguir la forma de una caja de fósforos sobre la mesa. Raspó uno con manos temblorosas y encendió con él una vela.

El camarote era pequeño, a fin de dejar espacio para la carga. Las paredes estaban cubiertas de madera de pino oscura y tenía estantes empotrados, cerrados con cristales, para evitar que los libros cayeran cuando el mar estaba agitado, dedujo _____*. Junto a una pared había un camastro pulcramente arreglado.

Además de la cama había una mesa redonda y dos sillas, un guardarropa, una estufa de carbón y un par de arcones contra la pared. La única salida posible era una pequeña ventana encristalada. _____* se precipitó hacia ella, manipuló el pestillo y la abrió. Le azotó d rostro el agua helada y salada; para su decepción, vio que se inclinaba directamente hacia el mar oscuro. El viento formaba olas airadas, altísimas, que golpeaban con crueldad contra el casco. _____* se estremeció y retrocedió un poco: todavía no estaba tan desesperada.

Vio a la distancia unas doce lucecillas que se movían de arriba abajo. ¡Las fragatas! Todavía estaban allí, aunque no se atrevían a acercarse. Soltó un suspiro de alivio. Si pudiera aguantar hasta que la rescataran... ¡El buque pirata no podía eludir eternamente a los perseguidores! El rocío le humedeció el vestido; _____* se apartó de la ventana, helada hasta los huesos por el viento húmedo y frío.

Ansiaba desnudarse y aliviar su cuerpo maltratado en un baño • caliente, ponerse un camisón seco y meterse en la cama. Pero no había perspectivas de baño ni de camisón. Y aunque se los hubiesen puesto delante, _____* habría vacilado en usarlos. No dudaba de cuáles eran las intenciones del capitán al tenerla encerrada en el camarote y se proponía mantenerlo a distancia hasta que las fragatas fuesen a rescatarla. Si el hombre llegaba y la encontraba recién bañada y metida en la cama, por cierto que su destino quedaría sellado. Aunque era inocente, eso lo sabía.

Se arriesgó a quitarse el vestido húmedo y lo colgó a secar sobre una silla. Lo dejaría allí durante la noche y se lo pondría en cuanto llegara la mañana, sujetando el corpino desgarrado con unos alfileres que había visto en un cuenco, junto a la caja de fósforos. Cubierta sólo con la camisa desgarrada, tembló y se apresuró a cruzar el camarote hasta la cama, quitó la pesada manta y se envolvió en ella para conservar el calor. Registró el cuarto con la vista en busca de un sirio para dormir y vio un nicho mullido, bajo la ventana. Tomó una almohada de la cama y se instaló lo más cómoda que pudo en ese espacio reducido. No tenía intención de estar dormida cuando el capitán regresara al camarote.

_____* se retorció y se revolvió en el nicho, esforzándose por no dormirse. Repasó mentalmente los sucesos del día hasta llegar al
hombre aterrador que la tenía prisionera. Sin quererlo, recordó el rostro apuesto, los hombros anchos y el modo en que la había sujetado y besado. Claro que era un pirata, un criminal, inadecuado para una dama como ella... Pero... Ese beso había despertado en _____* algo muy profundo, algo que la hacía preguntarse con cierto terror estremecido qué pasaría si el hombre volvía a tomarla en brazos y la besaba, o aún más. Si bien ella no sabía exactamente qué era ese "más", sabía que tenía relación con la manera en que el capitán le había acariciado los pechos. El recuerdo de esa caricia íntima la excitó y avergonzó a un tiempo. No se entendía a sí misma, ni tampoco ese anhelo contenido a medias por algo que no conocía.

Se apresuró a apartar los pensamientos de un tema tan turbador y se concentró en trazar un plan para escapar; por másque se esforzó no consiguió dar con nada que tuviese la menor posibilidad de éxito. Por fin, desalentada, dejó caer la cabeza sobre la almohada, cabeceó y se durmió.

Se despertó sobresaltada, a punto de caer del lecho improvisado por una violenta sacudida del barco. Adormilada, miró alrededor y, por un momento, no supo dónde estaba. La vela chisporroteaba y lanzaba un débil resplandor por e! camarote. Atrajo la atención de _____* un movimiento en un rincón de la habitación. Una figura alta, masculina, arrodillada y de espaldas, revolvía uno de los arcones. ¡El capitán! Tenia el cabello mojado pegado al cráneo y la ropa empapada, con toda la apariencia de haberse caído por la borda. Otra violenta sacudida del barco seguida por el resonar ahogado de un trueno hizo que _____* comprendiera la situación: se había desatado una tormenta y el capitán había estado a la intemperie. _____* rezó una plegaria de gratitud para sus adentros: si él tenía que luchar contra la tormenta, no tendría tiempo para ocuparse de ella.

Nick encontró lo que buscaba en el cofre y lo cerró de un golpe. Se volvió a medias hacia la prisionera y empezó a quitarse la ropa mojada, sin mirar en su dirección. Era como si hubiese olvidado que existía. _____* lo observó entre las pestañas, fingiendo que dormía.

El pecho de Nick resplandecía a la luz de la vela y el vello brillaba con las gotitas de agua. El contorno de los músculos de los brazos y del pecho resaltaron a la débil luz cuando se quitó la camisa y dio media vuelta mientras comenzaba a quitarse los pantalones empapados.

_____* sintió un fuerte calor en las mejillas al observarlo desnudarse, tomar una toalla áspera de la cama y empezar a secarse vivamente. De espaldas parecía un magnifico animal macho, con sus hombros anchos, sus caderas angostas, las piernas largas y musculosas. La espalda y los hombros estaban muy bronceados y el contraste con la piel más clara era sorprendente. Un furioso rubor cubrió el rostro de _____*, mientras sus ojos vagaban fascinados por las nalgas de Nick. Eran musculosas y prietas, a diferencia de las suyas, más redondeadas. Imaginó que serían duras al tacto... Se apresuró a cerrar los ojos, profundamente avergonzada de sus propios pensamientos. Era la primera vez que veía a un hombre desnudo y la dejaba perpleja el hecho de que pudiese contemplarlo sin desmayarse de la impresión. Sin duda, debía de haber en ella algo malo: una verdadera dama se habría desmayado.

Nick se calzó unos pantalones secos, los abrochó y se dio la vuelta para ponerse la camisa. Miró en dirección de la silueta inmóvil de la muchacha, acurrucada en el asiento bajo la ventana. Rió entre dientes y se acercó sin prisa. ¡La chica intentaba hacerle creer que dormía!
_____* vio que se aproximaba y se apresuró a cerrar los ojos.

Al notar que el hombre se inclinaba hacia ella, trató de fingir una respiración regular. El corazón le golpeaba con tanta fuerza que estaba segura de que él debía oírlo y adivinar que no dormía. Se concentró en la respiración, pero se sobresaltó con violencia al sentir que los brazos del hombre la rodeaban. La alzó en brazos, lo que la obligó a aflojarse, en desesperada ficción de sueño.

Nick rió entre dientes y la llevó en brazos hasta la cama. La apoyó con delicadeza sobre el colchón, se irguió y la miró. ¡Parecía tan joven e indefensa, con los ojos cerrados con fuerza como para no verlo y el cabello cobrizo derramado por la almohada...! Tenía los labios entreabiertos, apenas húmedos, y las curvas provocativas de su cuerpo se veían con toda claridad a través de la camisa rasgada, que era lo único que llevaba puesto. Al contemplarla, sintió que recorría todo su cuerpo el deseo más intenso que hubiera sentido en mucho tiempo. Se le secó la boca al imaginarse en la cama con ella, dando rienda suelta a su lascivia sobre la carne suave de la muchacha. Un estallido de truenos lo serenó y, de mala gana, recordó la tormenta y las vidas que dependían de su propia destreza. Se inclinó, la tapó con las mantas y se enderezó.

—Será otra vez, señora mía —dijo con suavidad y a _____* le ardieron las orejas.

Entonces, ¿él sabía que estaba despierta? Si así era, ¿por qué la había dejado en paz, sin molestarla, en su propia cama?.
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 28, 2011 5:53 pm

—Será otra vez, señora mía —dijo con suavidad y a _____* le ardieron las orejas.

Entonces, ¿él sabía que estaba despierta? Si así era, ¿por qué la había dejado en paz, sin molestarla, en su propia cama?

¿De verdad esperaba que se sometiera otra vez a esa desagradable situación? Furiosa, saltó de la cama arrastrando la sábana con ella para ocultar su cuerpo de la mirada del hombre, con una expresión asesina en la mirada. Miró alrededor buscando un arma, pero sin darle tiempo a encontrar algo lo bastante duro y filoso, Nick la alzó y la arrojó otra vez al medio de la cama. Indefensa, _____* cayó hecha un tío de sábana y cabellos, provocando las francas carcajadas de Nick.

Cuando consiguió librarse, el capitán ya se había ido y lo único que pudo hacer fue lanzar una mirada furiosa a la puerta cerrada del camarote. ¡Nadie podía tratarla impunemente como a una mujerzuela! En ese mismo momento decidió que el capitán Nicholas Jonas recibiría una lección que necesitaba mucho. ¡Pronto descubriría que había encontrado la horma de su zapato!

3
_____* quedó sola varias horas, bufando de cólera. "Es muy astuto de parte de cierta persona", pensó, lúgubre, "pues con todo gusto le sacaría los ojos al primero que se cruzara en mi camino." Todos, sin excepción, son criminales, ladrones y asesinos, incluso el capitán Nicholas Jonas, que era el peor. ¡Cuánto disfrutaría si viera ese cuerpo largo colgando y retorciéndose en el extremo de una cuerda, con ese rostro burlón morado e hinchado! _____* sonrió con dulzura por primera vez en muchos días. ¡El solo hecho de imaginarlo la hacía sentir mejor! "¡Oh, qué no daría por un cuchillo largo y afilado!", pensó. "Lo llevaría constantemente conmigo, oculto en la manga de un camisón amplio, y la próxima vez que ese bruto tratara de violarme, se lo clavaría en la espalda sin dudar!" Imaginó con gran gozo la agonía del capitán. Pero en el camarote no había cuchillos ni ninguna otra arma de esa forma, de modo que _____* lo recorrió con la mirada en busca de algo que pudiera servirle para ese propósito. Cuando al fin cesó la búsqueda, fatigada, no había reunido un arsenal demasiado impresionante. Lo más prometedor de la modesta colección era un pesado candelabro de bronce.

Lo metió debajo del colchón, para tenerlo a mano y poder estrellarlo en la cabeza de alguien. La taza de noche de porcelana tenia su posible utilidad, pero _____* temía que si no la veían por ninguna parte el captor sospecharía. _____* sabía que tal vez el capitán era un villano, aunque no un estúpido.

La joven se rehusó de plano a ponerse otra de las odiadas camisas de noche de Nick . Si podía evitarlo, no dejaría que nada que perteneciera al capitán le rozara otra vez la piel mientras viviese. Se envolvió como una momia en la manta y se instaló a esperar en una de las sillas. Tarde o temprano, el capitán Nicholas Jonas tendría que regresar al camarote y _____* quería estar segura de que cuando lo hiciera la ocasión le resultara memorable.

Sin embargo, el que llamó a la puerta fue Sandro. El camarote empezaba a quedar a oscuras pues se esfumaba la última claridad del día y _____* tenía las piernas entumecidas por haber estado sentada tanto tiempo en la misma posición.

Sin embargo, estaba decidida a que no la tomaran desprevenida otra vez. Al oír el golpe, se puso rígida y luego se relajó: si había algo seguro en este mundo loco, era que ese canalla arrogante no tendría la gentileza de llamar antes de entrar. ¡Se limitaría a irrumpir!

—Le traje la cena, señorita —dijo Sandro, al entrar—. El capitán dijo que al mediodía no se sentía usted muy bien, pero como ahora son casi las siete, necesita comer algo sólido. Si no se
cuida, ese mal de mar la dejará débil como un gatito.

—Ya no tengo malestar, Sandro —respondió _____* con tono agrio, sin moverse de la silla.

Sandro la miró con disimulo mientras dejaba la comida sobre la mesa, observando el rostro pálido, el cabello enredado y, por fin, el cuerpo envuelto en la manta: era obvio lo que había
sucedida Al no estar atareado protegiendo el barco de la tormenta, el amo Nick había pasado la mañana disfrutando de lo que consideraba el botín de la batalla. "Bien, los hombres tienen sus
necesidades", pensó Sandro, "como yo muy bien sé, aunque debe de haber sido duro para la señorita _____*. Es muy joven y apuesto mi vida a que era inocente."

—Señorita, ¿está usted bien? —le preguntó Sandro, con voz queda.

—Por cierto estoy bien, Sandro —respondió _____* con brusquedad, temerosa de que alguien adivinara su vergüenza.

¡Moriría si alguien lo supiera! Sandro no dijo nada más. En silencio, sirvió la comida y salió sin agregar palabra. _____* suspiró, se enderezó, acercó la silla a la mesa y se dedicó a comer. La sorprendió descubrir que en realidad tenía hambre, pese al trauma sufrido. Estaba por llevarse a la boca el último bocado de carne en conserva cuando sonó otra vez un golpe en la puerta. La mirada de _____* voló, aprensiva, hacia allí: ¿quién sería esta vez?

—¿Sí? —preguntó, cautelosa.

Sandro asomó la cabeza y la joven se aflojó.

—Señorita, pensé que le gustaría tomar un baño caliente. Hace meses que llevamos una vieja bañera en la bodega y nadie la ha usado. Me encantaría traérsela.

_____* pensó rápido: un baño seria maravilloso y su cuerpo maltratado clamaba por él, pero si era un gesto del capitán con la intención de tranquilizar su propia conciencia, ella estaba dispuesta a saltar por la borda antes que aceptarlo. ¡No aceptaría favores del capitán!

—¿De quién fue la idea? —preguntó, suspicaz.

—Mía, señorita. ¿De qué otro podría ser?

Eso era tan cierto que _____* no pudo contener una sonrisa desganada. "¿Cómo pude pensar que el capitán Nicholas Jonas perdería su valioso tiempo preocupándose por mi comodidad, más ahora que ya tuvo lo que deseaba de mi?", pensó. "¡No lo creo! Para él, sólo soy un cuerpo inanimado sin ideas ni sentimientos!"

—Gracias, Sandro, me encantará darme un baño —respondió.

Sandro la miró, radiante, y desapareció tras la puerta. _____* se reclinó en la silla, un poco avergonzada por su comportamiento anterior. A fin de cuentas, no podía culpar a Sandro de lo sucedido. Desde que la tomaron prisionera no le había demostrado más que bondad.

Esta vez estaba preparada para el breve golpe en la puerta. Cuando respondió y la puerta se abrió, Sandro entró, seguido de cerca por un robusto marinero que cargaba una gran bañera y otro que llevaba uno de los baúles pequeños de _____*.

—¡Mi ropa! —exclamó _____*, gozosa.

—El capitán dio permiso para que le trajese algunas de sus cosas, señorita —dijo Sandro, sonriente—. Me tomé la libertad de elegir el baúl que tenía su ropa de noche. ¿Acerté?

La sola mención del capitán fue suficiente para que _____* enfureciera, más aún al saber que él había dado permiso para algo relacionado con ella, pero poco a poco, con dolor, se volvió más perspicaz. No tenía sentido escupir hacia el cielo. Si decía a Sandro que llevara de vuelta el baúl a ese demonio diciéndole que él mismo podría usar esa maldita ropa, lo único que ganaría sería una satisfacción fugaz. Era mejor aceptar las cosas como venían en ese momento y ganar tiempo. Como Martha repetía a menudo, al que sabe esperar todo llega. Y si era necesario, _____* estaba dispuesta a esperar eternamente para vengarse.

—Fue muy considerado de su parte, Sandro —murmuró, con el semblante convertido en una máscara helada que disimulaba sus pensamientos.

Luego, mientras los marineros llevaban cubos de agua hirviendo para llenar la bañera, agregó con aspereza:

—Sandro, en cuanto a esta noche, cuando usted me trajo la cena... yo... yo no estaba en mis cabales. Lamento haber sido grosera.

Era la primera vez en su vida que _______* se disculpaba con alguien por algo y sintió pudor. Pero tuvo la recompensa de una sonrisa radiante de Sandro.

—Está bien, señorita. Todos tenemos días malos de vez en cuando.

"Esta es la perogrullada del año", pensó _____*, aunque no dijo nada. Cuando los marineros terminaron de llenar la bañera a satisfacción de Sandro, los tres salieron y la dejaron sola en e! camarote.

Lo primero que hizo _____* fue arrimar una silla a la puerta para cerrarla. Aunque, si Nick decidía entrar, no se lo impediría por mucho tiempo, ¡al menos tendría aviso con suficiente tiempo para que no la sorprendiera desnuda en la bañera!

Una vez hecho eso, se acercó al pequeño baúl y lo abrió con cariño. El simple espectáculo de algo que provenía del hogar le humedeció los ojos. ¡Qué no daría por oír a Martha regañándola
o al padre gritando por algo que no había ido como él quería!

Decidida, se enjugó una lágrima que le rodaba por la mejilla: llorar no hacía más que empeorar las cosas.

Con cuidado, levantó la pequeña bandeja con jabones aromatizados y perfumes, que encajaba con esmero sobre la ropa. Esparció generosamente esencia de rosas en el agua del baño y olió con deleite el vapor perfumado que llegó a sus narices. Tomó una pastilla de jabón con aroma a rosas, un paño de bañarse y se metió en la bañera. Fue una bendición sentir el agua caliente que acariciaba su cuerpo. Apoyó la cabeza en el respaldo de la bañera y no se movió, disfrutando de la idea de que pronto estaría otra vez limpia de pies a cabeza. Tras unos minutos de gozo, comenzó a frotarse vigorosamente los brazos, las piernas y el cuerpo, y casi se arrancó la piel en el afán de librarse del contacto de Nick . Por último se mojó la cara hasta que las mejillas le quedaron rosadas y resplandecientes. Lo único que faltaba era el pelo y, tras aspirar a fondo, sumergió la cabeza en el agua. Empapó bien toda la melena y la enjabonó.

Estaba enjuagándose el pelo bajo el agua, cuando el picaporte se sacudió. A ello siguió una maldición impaciente, luego un crujido agudo cuando un hombro fuerte apoyado contra la
puerta empujó la silla que la sujetaba y la arrojó al suelo. Nick pasó con dificultad por la abertura lograda, miró en torno del camarote con cautela y luego su rostro se iluminó con una amplia sonrisa.

Todo lo que veía de la gatita era una madeja de cabello dorado que goteaba y unos hombros marfileños. En silencio, Nick se acercó a la bañera. ¡La expresión de _____* cuando emergiera seria, verdaderamente, algo para recordar!

En ese momento _____* salió para tomar aire y Nick rió a mandíbula batiente ante el espectáculo absurdo que veía. Los cabellos empapados caían lisos sobre la cara y los hombros, y flotaban alrededor como algas. Al oír las carcajadas, _____* se irguió y se quitó el cabello de los ojos. Miró a Nick , que se cernía sobre ella, con el rostro contraído de furia.

Mientras ella intentaba recuperar la palabra, él se divirtió examinando las curvas suaves que se veían a través del agua. "Muy hermoso", pensó, admirando el ángulo impúdico de los pechos y la
tierna redondez de las caderas. "Muy hermoso." Comenzaba a esbozar una lenta sonrisa cuando _____* le arrojó a la cabeza la pastilla de jabón, al tiempo que lanzaba un alarido inarticulado de furor. Nick retrocedió, incrédulo, y llevó la mano al sitio lastimado. A su vez el carácter de Nick , que nunca había sido plácido, comenzó a bullir. "¡Si esta zorrita quiere jugar rudo, me aseguraré de que lo consiga!"

—¡Fuera! —gritó _____*, recuperando al fin la voz.

Mientras Nick no recuperaba el equilibrio, _____* trató de saltar fuera de la bañera, aferrando con desesperación la manta para cubrirse, pero el capitán la atrapó en mitad del salto, rodeando con las manos la piel resbaladiza de la cintura. Por más que se retorció y se revolvió, _____* no logró liberarse y el capitán volvió a arrojarla otra ver al agua.

—¿Por qué? Después de todo, este es mi camarote —dijo Nick, marcando las palabras, aterrándola con firmeza de los hombros.

La expresión acerada de los ojos del hombre le advirtió que pisaba terreno peligroso, pero _____* estaba demasiado enfadada para hacer caso de la advertencia.

—¡Estoy bañándome! —chilló al fin, cerrando los puños, mientras los ojos del hombre la recorrían con total impudicia.

—Ya veo.

El tono era aprobador y la mirada también. Quizá la llamita que brillaba en el fondo de esos ojos debería haberla calmado, pero _____* siguió adelante con el escándalo.

—¡Lo odio! ¡Salga de aquí!

Como el capitán permaneció como un enorme objeto inmóvil, _____* comenzó a patear y a golpear el agua con los puños, como una chiquilla con un berrinche. Cuando el agua jabonosa le
salpicó la ropa sucia, Nick cerró la boca con fuerza. Se colocó detrás de _____* a tal velocidad que la joven no tuvo tiempo de prepararse para lo que sucedió.

—Cuando te interrumpí con tan poca consideración, creo que estabas enjuagándote la cabeza —dijo, en tono muy suave—. Déjame ayudarte.

_____* sintió que una manzana la empujaba por la coronilla y apenas tuvo tiempo de aspirar una bocanada de aire antes de que la metiese a la fuerza en el agua. Se debatió y se retorció, agitando las manos con frenesí hacia la superficie, pero Nick la sujetó hasta que ella sintió que le estallarían los pulmones. Por fin la soltó, separando la mano, y _____* emergió aspirando con
avidez grandes bocanadas de aire.

—¡Cerdo! —jadeó _____* cuando pudo hablar—. ¿Acaso no le basta con haberme violado? ¿O siempre ahoga después a sus víctimas?


—No, a todas no —dijo el capitán, sentándose en el borde de la bañera y jugando distraído con los mechones de pelo empapado.
_____* le arrebató el pelo de un tirón y le lanzó una mirada furibunda, pero el hombre le devolvió una sonrisa burlona.

—Sólo a las chiquillas descaradas que necesitan que se les demuestre quién es el amo.

—¡Amo! —chilló _______*, recuperándose ante ese golpe a su orgullo—. ¡Usted, animal insoportable, no es mi amo y nunca lo será!
—En eso te equivocas, tesoro.

Nick entrecerró los ojos hasta que no quedaron más que dos ranuras resplandecientes en el rostro oscuro.

—Me convertí en tu amo desde el momento en que pusiste un pie en este barco. Si todavía no lo has entendido, significa que fui demasiado blando contigo. Y me propongo remediarlo ya mismo.

Apoyó nuevamente la mano en la cabeza de _____*, que no tuvo siquiera tiempo de tomar aire y la obligó a hundirse en el agua. _____* se deslizó y resbaló en el fondo de la bañera como un anguila, y por fin logró librarse. Mientras aspiraba aire para sus pulmones hambrientos, Nick la agarró otra vez. _____* le atrapó una de las manos entre las propias y le hincó los dientes hasta que
llegaron al hueso.

—¡Perra! —aulló Nick , apartando la mano. Esa fue la oportunidad que _____* esperaba. Saltó hacia arriba y le arrojó al rostro el paño de lavar enjabonado. El instante que empleó el hombre en librarse del paño, le bastó a _____* para aferrar la manta e intentar salir corriendo por la puerta.

¡Pero aunque el picaporte cedió con facilidad, la maldita puerta no se abrió! Tiró con desesperación: ¡tenía que abrirse!

—Está cerrada con llave —gruñó Nick en tono amenazador, desde el otro extremo del camarote.
_____* giró y vio que Nick avanzaba hacia ella con el rostro tenso de furia. Se había envuelto la mano en el paño de lavar, pero de todos modos la sangre comenzaba a manar. _____* tuvo
una fugaz sensación de triunfo. ¡Fuera cual fuese el resultado, al menos Nick no saldría indemne!

—Así que el valiente pirata tuvo que cerrar con llave, ¿no es cierto? —se burló la joven, mientras se acercaba al rincón estratégico donde había dejado la taza de noche—. ¿Qué pasa, capitán? ¿Acaso temía que una pobre mujer lo derrotara?

Nick se acercó lentamente hacia ella, prometiendo con la mirada una respuesta dolorosa, pero _____* estaba demasiado enfadada para notarlo o para que le importase. ¡Por fin estaba pagándole con la misma moneda! Llegó al rincón, se inclinó para recoger la taza de noche, se irguió y se la lanzó con tal rapidez que Nick no tuvo tiempo de esquivarla. Le dio de lleno en el hombro, haciéndolo retroceder. _____* maldijo su mala puntería y aferró otra arma: esta vez, era el libro de obras de teatro. ¡Si hubiese recibido semejante golpe en la cabeza, ya no sería una amenaza para ella!

—Eso ya fue demasiado, pequeña arpía! —rugió Nick, abalanzándose hacia ella.

El libro le pegó en el pecho musculoso sin hacerle daño, Antes de que pudiese lanzarle otro proyectil, los brazos del hombre se cerraron en torno de _____* y la apretaron con fuerza, como una boa constrictora, dificultándole la respiración. _____* lo pateó y lo arañó, pero lo único que logró fue lastimarse los pies descalzos contra las piernas duras del hombre. Las uñas tuvieron más éxito, pues le arañaron un lado de la cara hasta que Nick tuvo que apartar la cabeza. La muchacha se debatió con fiereza, gritando maldiciones mientras el hombre la arrastraba y en parte la cargaba a través del cuarto. Nick no pareció impresionado por el vocabulario de la muchacha. _____* gritó con toda la fuerza de sus pulmones al tiempo que Nick le arrancaba la manta de un tirón, dejándola totalmente desnuda y en sus brazos. Mostrando los dientes vías uñas, trató de atacarlo, pero el hombre la dio vuelta sin esfuerzo, dejando el ataque sin efecto. Antes de que _____* tuviese plena conciencia de lo que pasaba, el hombre se había sentado en una de las sillas de madera, con ella tendida boca abajo sobre sus rodillas, retorciéndose con furia, el largo cabello húmedo cayendo por el suelo y el trasero al aire meneándose, sin dignidad alguna.

—Creo que ya es hora de que aprendas ciertos modales, milady —dijo Nick entre dientes, dando una fuerte palmada sobre el trasero estremecido.

_____* contuvo el aliento cuando la mano del hombre dio en el blanco con toda la fuerza de un latigazo y gritó cuando él lagolpeó una y otra vez. En pocos instantes, quedó reducida a un cuerpo que sollozaba e hipaba.

—¡Déjeme ir, canalla inmundo! —logró decir con una considerable medida de desafío, pero la mano bajó otra vez, despiadada, sobre las nalgas y le negó incluso esa pequeña porción de dignidad.

—Desde ahora, harás exactamente lo que te diga, ¿de acuerdo? —le preguntó Nick , severo, amenazándola con la mano sobre la carne tierna.

_____* no dijo nada y la mano cayó como un resonante palmetazo sobre el trasero.

—¿De acuerdo? —repitió.

—¡De acuerdo! —gritó _____*, furiosa, condenándolo en su mente a todas las torturas del infierno.

"¡Lamentará todas las indignidades a las que está sometiéndome!", se prometió _____*. "Yo tengo mi orgullo, y lo veré muerto a mis pies aunque sea lo último que haga en la vida!"

—¿Quién es el amo? —prosiguió Nick .

_____* vaciló: no podía darle esa satisfacción. Nick le dio una nueva palmada, más fuerte que las anteriores, y _____* gritó de dolor y humillación.

—Estoy esperando —dijo el capitán, amenazador. .
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeLun Mar 28, 2011 5:55 pm

—¡Oh, tú, miserablel

Sollozando, _____* le lanzó la aceptación y se preparó, segura de que volvería a golpearla por el modo en que lo había dicho pero para su sorpresa la dejó ir, arrojándola con desprecio del regazo al tiempo que se ponía de pie.

—No lo olvides —refunfuñó y fue a buscar la taza de noche a donde había aterrizado, junto a la puerta.

Cuando la levantó, vio que se había partido por la mitad. La miró con aire sombrío y giró para contemplar el desastre en el camarote. Había un charco de agua alrededor de la bañera medio Vacía y el jabón estaba debajo de la mesa. La manta estaba húmeda, tirada en un montón colorido, cerca del camastro. _____* se acurrucó en el suelo, donde él la había arrojado, y se rodeó el cuerpo con los brazos para defenderse del escrutinio del hombre. Le dirigió una mirada de odio ardiente. Nick le sonrió, amenazador, ante el espectáculo salvaje que presentaba. ¡Por Dios, que ya era tiempo de que la zorrita fuese domesticada!

—¡Levántate! —le gritó.

_____* lo miró con rebeldía.

—¡No lo haré! —respondió, también gritando.

—¡He dicho que te levantes! —vociferó Nick , en una voz que restalló como un latigazo.

_____* lo miró de soslayo, dispuesta a seguir desafiándolo, pero lo que vio en el semblante del capitán la disuadió: parecía deseoso de estrangularla.

—No puedo. No... no estoy vestida —murmuró, enfurruñada, sin atreverse a contradecirlo abiertamente.

—Si no haces ya mismo lo que te indiqué, haré que lo lamentes mucho, te lo aseguro.

La voz de Nick era engañosamente suave, pero _____* vio que un músculo en la comisura de la boca se contraía peligrosamente. Cuando lo miró, Nick dio un paso hacia ella y se apresuró a ponerse de pie, tambaleante. ¡Bravucón arrogante! Los dos sabían que la joven no tenía más alternativa que someterse, por el momento. "¡Pero después", se prometió, "pagará con sangre por cada humillación que me hace sufrir!"

Temblorosa, se puso de pie, mientras los ojos del hombre la examinaban, despojándola de los últimos retazos de respeto por sí misma. Las mejillas de _____* se pusieron purpúreas e intentó cubrirse el cuerpo con el cabello, que le llegaba a las caderas, pero los mechones húmedos no eran muy apropiados para ese fin. "Esta es otra forma de violación", pensó, enfadada, viendo que los ojos de Nick la contemplaban con detenimiento. El orgullo innato la hizo alzar la barbilla y plegar con firmeza la boca. Se negó a darle la satisfacción de verla encogerse.

Nick se tomó su tiempo, dejando que sus ojos acariciaran los encantadores pechos estremecidos, los largos muslos de marfil y el arráyente triángulo de vello rojizo que había entre ellos. Casi a desgana, percibió una oleada de calor y tensión en la entrepierna. Tenía que admitir que la pequeña bruja era muy bella. Debería tener cuidado, pues de lo contrario pronto lo dominaría. A esta altura, ya lo volvía más loco que cualquier hembra que hubiese conocido jamás, lo que era mala señal.

¿No decían que un hombre debía de tener cuidado con lo que deseaba, pues podía conseguirlo? Bueno, Nick deseó domesticar a esa fierecilla desde e! instante en que posó los ojos en ella.

Lo había logrado y no resultaba como había esperado que fuese, pues la muchacha era demasiado suave, encantadora, muy femenina pese a su carácter. Ya comenzaba a corroerlo un sentimiento de culpa poco familiar cuando veía los magullones que se oscurecían sobre esa carne blanca. Ahogó un juramento, se apartó con brusquedad de la muchacha, fue a zancadas hacia la puerta y la abrió de par en par.

—¡Sandro! —vociferó. Mirando a _____* por encima del hombro, le ordenó:

—¡Cúbrete!

_____* levantó la manta húmeda del suelo y se envolvió en ella hasta que pudo rescatar su bata de las entrañas del baúl.

Melancólico, Nick la observó cruzar el cuarto y revolver sus pertenencias y, sin quitarle los ojos de encima, vio cómo de espaldas a él _____* se ponía la tenue prenda azul. Si ella lo hubiese mirado, lo habría visto crisparse ante las marcas lívidas que surcaban la carne suave de las nalgas y de la parte trasera de los muslos.

Cuando Sandro llegó corriendo a la puerta del camarote, _____* ya estaba decentemente cubierta, de pie junto al camastro, pues tenía el trasero demasiado dolorido para sentarse.

Sandro le echó un vistazo fugaz y abrió los ojos, sorprendido, al notar que tenía rastros de lágrimas en las mejillas y se apresuró a volver la atención hacia el capitán.

—¿Señor?

—Trae más agua caliente. Yo también deseo bañarme.

—¡Sí, señor!

Sandro fue con presteza a cumplir la orden, sabiendo que no era prudente meterse con el amo Nick cuando tenía esa expresión. Cuando estaba exasperado, el capitán tenía un carácter endemoniado. Sandro lamentó que _____* fuese tan tonta como para irritarlo. Pero, a juzgar por las apariencias, nadie podía hacer nada para ahorrarle las consecuencias de sus propios actos.

En silencio, _____* se secó el pelo con la toalla mientras Sandro llevaba más agua caliente para llenar la bañera. Sandro pasó la mirada del semblante sombrío del amo a la figura contrita de _____* y supo que le convenía mantener la boca cerrada; se concentró en limpiar el charco que cubría la mitad del suelo. Cuando por fin Nick le hizo señas de que se fuera, sintió un gran alivio.

Nick mantuvo silencio. _____* casi deseó que la regañase y le gritara, pues ese silencio era mucho más enervante que todo lo que le había hecho. "Sin duda lo sabe muy bien", se dijo, resentida, viendo con el rabillo del ojo cómo se desvestía.

La imagen del cuerpo desnudo del hombre era impactante. Los músculos resaltaban bajo la piel como los de un gato salvaje. El pecho estaba cubierto por una mata de vello oscuro que se estrechaba formando una cinta y terminaba en forma de flecha en el vientre plano, y se ensanchaba otra vez cubriendo la masculinidad flagrante. La llama vacilante de la vela arrojaba sombras al rostro, tornándolo más siniestro, casi endemoniado. Tenía una apariencia casi fuera de lo natural por lo masculina y fuerte. _____* se estremeció y se ruborizó cuando la mirada de Nick giró en dirección a ella y le dirigió un saludo burlón. Mortificada por haberse dejado sorprender contemplándolo, se apresuró a volverse.

—Lávame la espalda.

El tono severo la hizo salir de) ensueño y, al girar, vio a Nick metido en la bañera, con un aspecto algo ridículo con el agua hasta la cintura. Si ____* no se hubiese sentido tan cansada, tan dolorida y profundamente humillada, habría sonreído al ver ese corpachón metido en la delicada bañera de porcelana. En cambio, apenas podía contener las lágrimas.

—He dicho que me laves la espalda.

Esta vez, la orden fue casi un gruñido. _____* lo miró, incrédula: ¡no hablaría en serio...! En realidad, no esperaría que...

—¡Maldición! —rugió Nick y _____* se sobresaltó.

—Sí, amo —respondió con tono amargo, acercándose al hombre que aguardaba.

Sin hablar, Nick le entregó el jabón; _____* se situó detrás de él, mordiéndose el labio. "¡Qué no daría por un cuchillo!", pensó, contemplando la espalda ancha del hombre. De súbito, los músculos del cuello de Nick se tensaron como si esperase un ataque y a _____* le temblaron los labios. Para colmo, ese sujeto debía de leer la mente. Pero Nick no tenía que preocuparse de ningún peligro inminente: _____* estaría más tentada si el trasero dolorido no le recordara las consecuencias de una violencia parecida.

—¿Qué esperas? —le espetó Nick , por encima del hombro.

_____* se subió las mangas de la bata y se inclinó para cumplir la tarea. Cuando empezó a pasar el jabón por los duros contornos, los hombros de Nick se estremecieron, pero ese fue todo el movimiento que hizo mientras ella se apresuraba a frotarle la espalda. Sentía la piel de Nick suave bajo las yemas de los dedos y la veía resplandecer. Ansiaba arañarlo arrancándole tiras de piel, en pago por el abuso a que la había sometido, pero se impuso el sentido común. Lo único que lograría sería provocar más dificultades. Apretando los dientes, _____* terminó el trabajo con eficaz diligencia y suspiró aliviada al enderezarse.

—¿Desea algo más, amo? —dijo _____*, irónica, sin poder contenerse.

Saltó casi en el aire cuando la mano de Nick voló y le aferró la muñeca.

—Si estás tan ansiosa, bien puedes lavarme todo.

Otra vez un músculo se contraía al costado de la boca del hombre. Tiró de ella, colocándola a la vista y _____* se resistió, horrorizada por el embrollo en que la había metido su propia lengua. ¡No esperaría que ella lavase todo su cuerpo!... ¡Esa sería la humillación definitiva!

—¡No lo haré! —murmuró _____* pero dio un respingo al sentir que la mano del hombre se cerraba como una esposa sobre su muñeca.

—Harás lo que yo te diga, chiquilla. Vamos.

Se echó atrás para que _____* pudiese llegar a su pecho y le soltó la muñeca. La muchacha hizo un movimiento fugaz, como si fuese a escabullirse; Nick le lanzó una mirada de advertencia.

—Si me haces salir de la bañera para ir a buscarte, lo lamentarás. El tono inexpresivo lo hizo más convincente aún. _____* no tenía más remedio que obedecerle, ambos lo sabían. Seria mejor hacerlo y terminar de una vez.

A regañadientes, _____* se inclinó sobre la bañera, humedeció el jabón y empezó a pasarlo con movimientos lentos por el pecho de Nick . Bajo la mano de _____* el vello del cuerpo de él se rizaba en pequeños círculos y lo sentía áspero en las yemas de los dedos. De pronto, _____* sintió el anhelo casi irresistible de dejar caer e! jabón y acariciar con las manos ese vello oscuro.

Horrorizada consigo misma, hizo exactamente lo contrario: puso de por medio el jabón y procuró tocarlo lo menos posible. Comprendió que Nick se daba cuenta, aunque no dijo nada y permaneció con los ojos cerrados, relajado, mientras ella trabajaba. Terminó con el pecho, enjuagó echándole agua y se irguió.

Nick abrió un ojo y la miró.

—Termina lo que empezaste.

Sin quererlo, _____* echó una mirada al cuerpo largo, perfectamente visible bajo el agua: ¡ya tenía una erección! ¡No podría hacerlo, sencillamente, no podría!

——¡Yo... yo no puedo! —murmuró, desesperada, al ver que los ojos del hombre comenzaban a entrecerrarse, enfadados.

—¿No puedes? —repitió él con lentitud, como si sopesara la negativa.

—No me obligues —murmuró ella en tono humilde y aunque se despreció por suplicar, no pudo evitarlo.

Nick la contempló largo rato: a _____* le temblaban los ojos y sus bellos ojos estaban arrasados de lágrimas. De golpe, Nick recordó la ocasión en que había obligado a su mejor yegua a saltar una cerca que ella se rehusaba a trasponer; el casco del animal quedó atrapado en la barra, se cayó y se rompió una pata delantera. Los ojos de la yegua tenían la misma expresión de ruego herido que los de _____* en ese instante.

—Vete a la cama —dijo con brusquedad, sorprendido de sí mismo y se enderezó para terminar el baño con una mueca lúgubre.

_____* obedeció, acurrucándose bajo las mantas, del lado de la pared. Se sentía demasiado desdichada hasta para alcanzar el candelabro, que seguía debajo del colchón. ¿Para qué?

Sólo lograría que ese hombre se lo quitase y la castigara por el intento. Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de _____* y mojaron la almohada. Hasta entonces siempre había estado rodeada de personas que la amaban y a las que importaba su bienestar. ¡Para este sujeto, en cambio, sólo era un objeto para usar a su antojo como... como una taza de noche! _____* ahogó un sollozo. ¿Por qué tenía que ocurrirle algo así? ¿Qué había hecho para merecer semejante destino?

Cuando él apagó la vela, se puso tensa y se acurrucó lo más cerca posible de la pared. Nick se deslizó en la cama, a su lado; ella se crispó al sentir la dura desnudez que se acomodaba sobre el colchón. La mano de Nick la tocó y _____* lanzó un breve gemido de angustia. ¡No pretendería forzarla otra vez a realizar ese acto sucio! ¿Acaso los hombres podían hacerlo más de una vez por día? No lo sabía. Hasta el momento, nunca había tenido nada que ver con la parte oscura de un hombre.

Nick le pasó la mano por la cintura y la acercó a su propio cuerpo duro. _____* intentó soltarse, pero en vano. Sin dificultad, él la adosó a su costado. Sin fuerzas, la muchacha se debatió al sentir que las manos de Nick la exploraban, la acariciaban.

—¡Yo... no podemos! —protestó al fin, en un gemido bajo—. ¡Dos veces en el mismo día, no!

Apenas percibió que la boca dura de Nick se curvaba en una sonrisa.

—Y más también, pequeña inocente, si quieres conocer mi opinión—dijo el capitán en el oído de _____*, mientras posaba los labios sobre la piel tersa del cuello y la acariciaba con la lengua, haciéndola estremecerse.

_____* va sabía qué pretendía y no estaba segura de poder soportarlo, pero no tenía alternativa. Para prisionera de ese individuo y él podría violarla hasta que muriera, si se le antojaba. No había manera de impedírselo.

Ante semejante idea, las lágrimas se renovaron y se apartó un poco, pero Nick la atrapó por los muslos y la acercó otra vez así. Cuando la mano del hombre se cerró sobre la carne blanda, _____* gimió, lastimera.

—¡Maldición! —murmuró Nick , apartándola.

Un instante después, Nick estaba de pie junto al camastro y encendía la vela.

Con expresión asombrada, _____* lo vio acercarse de nuevo a ella. ¿Acaso estaba enfadado por su resistencia? ¡No pretendería que se derritiera en sus brazos!

—Date la vuelta —le ordenó el capitán, con aspereza.

De pronto a _____* se le secó la boca: la golpearía otra vez. ¡Oh, por Dios, no! Estaba hinchada de los golpes anteriores y esta vez sería peor.

—Por... por favor, no me golpee—murmuró, con voz quebrada, sin hacer ni un gesto para obedecerle.

Nick contuvo el aliento al ver que las lágrimas corrían por las mejillas de la muchacha.

—No te lastimaré —le prometió, haciéndola girar, pese a que _____* se esforzaba por resistir.

_____* se estremeció al sentir que le levantaba la falda de la bata, pero permaneció tendida, sumisa, mientras él la observaba.

Era demasiado fuerte para luchar contra él, mucho más fuerte que ella, que además estaba demasiado fatigada. No tenía otra alternativa que soportar lo que quisiera hacerle. ¡No podía ser peor de lo que ya le había hecho!

Nick contempló las curvas suaves que él mismo había lastimado y se despreció. ¡Fuera lo que fuese lo que _____* hubiese hecho para provocarlo, no merecía eso! La carne marfileña del trasero y de la
parte superior de los muslos estaba caliente y enrojecida, sembrada de marcas amarillentas que se oscurecían rápidamente. ¡Debía de hacerle mucho daño! Se volvió con brusquedad y rebuscó en el baúl; en pocos instantes, cuando se levantó, tenia un equipo de primeros auxilios en la mano. Al sentarse en la cama, junto a ella, se sintió el peor canalla de la tierra. La joven no se movió ni gimió mientras él le untaba una loción curativa por la carne inflamada.

Los largos dedos de Nick la masajearon para que la crema penetrara en la piel y _____* trató de no crisparse ante la intimidad del contacto. "El contacto de esas manos es peor que el dolor", pensó, sombría. "Que yo, acostumbrada a todos los cuidados, a todos los lujos, consentida, haya caído tan bajo, es increíble. Sin embargo, está sucediendo,"

—¿Te sientes mejor ahora?—preguntó el hombre con suavidad, unos minutos después.

_____* quiso gritarle, pero era demasiado esfuerzo y se limitó a asentir, apática.

—Se te forman hematomas con facilidad —prosiguió Nick, con tono acusador, como si de algún modo, ella tuviese la culpa de los magullones. _____* no respondió.

Un instante después, Nick dijo con brusquedad

—Tal vez creas que si te enfurruñas lo suficiente, yo te pediré perdón.

¡Perdón! _____* reprimió un loco deseo de reír. ¡En verdad él suponía que unas palabritas arreglarían todo.

"Algo es algo", pensó la joven. "Seria el primer gesto de humildad de esa airosa cabeza oscura."

—No se preocupe: sé que no puedo esperar nada de usted —logró decir con tono amargo y se estremeció al oír el ruido brusco de la mandíbula de Nick al cerrarse.

Nick la vio temblar y se maldijo. "¡Dios sabe que no quise herirla!", pensó. "Esta muchacha es capaz de agotar la paciencia de un santo, más aún de un uno irritable como yo. De todos modos, ¿cómo podía saber que se le formaban hematomas con tanta facilidad?"

Sopló la vela, volvió a la cama, se tendió de espaldas y no intentó tocarla otra vez.

—Está bien, lo siento —pronunció al fin, después de largo silencio.
Esa afirmación inesperada comprendió a _____*: en realidad, no esperaba que se disculpara.

¿Habría algún modo de sacar ventaja del remordimiento del capitán? Quizá, si fingía que lo perdonaba...

—¿Qué? —preguntó _____*, con cautela.

—¡Maldición, he dicho que lo siento!

Lo dijo entre dientes y _____* casi sonrió. Era evidente que le resultaba difícil la disculpa. Si era capaz de arrancarle una disculpa, sólo era cuestión de tiempo lograr lo que quería, que estuviera a sus pies. Aunque eso no sería suficiente para _____*.

¡Sólo se satisfaría cuando lo viese muerto!

—Sabes que te merecías todo lo que lograste —le dijo Nick, como si tuviese necesidad de justificarse.

—¿qué yo lo rnerecía? —dijo _____*, casi sin aliento, olvidando que había pensado en perdonar—¿Cómo puede decir algo así? ¡Por cierto, no merecía que me violara!

—No fue violación y lo sabes tan bien como yo —dijo Nick, en tono áspero, apoyándose en un codo para verle la expresión.

—¡Que no fue violación...!

—Tú también lo deseabas. En mi país, si la dama lo desea no se considera violación.

—¡Que yo lo deseaba...! ¡Usted me forzó! ¡No tuve alternativa!

—Admito que, si hubiese sido necesario, te habría forzado. En realidad no lo hice. Desde la primera vez que te besé, en el Anna Creer, supe que eras mía si quería tomarte. Dulzura, eres una mujer muy apasionada... ¡o lo serás cuando hayas aprendido un poco más de todo esto!

—¡Bestia! —vociferó _____*, sentándose como un resorte, como si las palabras del hombre la hubiesen herido en lo vivo—¡Me repugnó todo lo que me hiciste! ¡Odié tus caricias! ¡Te odio a ti! ¡Me violaste, sucio canalla, y ahora pretendes aliviar tu conciencia afirmando que yo lo deseaba!

—¿No fue así? —murmuró Nick , en tono provocador.

—¡No! —exclamó _____*, indignada.

—¿Tengo que demostrártelo? —preguntó él suavemente, al tiempo que le rodeaba la cintura con un brazo para atraerla otra vez hacia la cama.

—Pero... tú ... no puedes. ¡Me has pedido disculpas! ¿Cómo es posible que quieras lo mismo, si lamentas haberlo hecho la primera vez?
—No me has entendido, dulzura. Me disculpé por darte una paliza, aunque bien la merecías. Jamás dije que lamentara haber tomado lo que te morías de ganas de entregarme.

—¡Déjame en paz, miserable mentiroso! —vociferó _____*—
¿Acaso eres tan engreído que no te entra en la cabeza que te desprecio? ¡He dicho que me sueltes!

El tono de _____* se hizo más agudo cuando Nick la arrastró
hacia él.

—No te asustes, dulce. Te advertí que la próxima vez será mejor. Si te relajas y me dejas a mí... no te dolerá en absoluto... La voz de Nick se perdió mientras hundía la boca en el suave valle entre los pechos de _____*, con aroma a rosas.

—Jamás te dejaré hacer nada! —declaró _____* en un susurro estrangulado, tirándole con fuerza del cabello negro—. ¡Lo que quieras de mí, tendrás que tomarlo por la fuerza! ¡Me violarás una y otra vez y aun así no cederé! ¡Te repito que te odio y que prefiero morir antes que someterme a ti!

—No lo creo, muchacha. A menos que pienses hacerlo muy pronto.

Lo murmuró con la boca apoyada en la curva del pecho, mientras estiraba los brazos para sujetarle las manos. _____* se retorció y se debatió, mientras Nick succionaba primero uno de los pezones erguidos, luego el otro. La joven sintió que recorrían su cuerpo extraños temblores al contacto de esa boca dura, pero luchó contra la tentación de someterse. En esta ocasión, sabía cuáles eran las intenciones del hombre. Había sufrido la cuchillada de dolor que fue como si la partiesen en dos.

"¡Oh, Dios, no puedo soportar eso otra vez, no puedo...!"

Nick estaba tendido de costado, cara a cara con ella, cuidando e que _____* no tuviese que costarse sobre la zona lastimada, y la tenía apretada contra su propio cuerpo musculoso. Con la otra mano le quitó la bata y, cuando quedó desnuda como él, le atrapó la pierna y la levantó hasta ponerla en torno de su cintura.

_____* se debatió frenética, horrorizada por esa nueva indignidad, pero fue inútil. Quería gritar a todo pulmón, rogar que le evitase esta nueva tortura, pero la boca de Nick ahogó los gritos y las súplicas, sofocándola. Sintió la dureza del hombre entre las piernas y se puso tensa, esperando el dolor que sobrevendría. Para su gran sorpresa, sólo sintió una dulce y caliente plenitud cuando Nick la penetró. La extraña sensación la hizo jadear, pero no de dolor: era buena...

—Te había dicho que esta vez seria mejor —murmuró con picardía en el oído de la muchacha.

_____* anheló que la familiar oleada de rabia le corriese por las venas; lo que sintió fue una flojedad, como si se fundiera, mientras él se movía con delicadeza en su interior. El asombroso placer la hizo gemir y los brazos, por propia voluntad, rodearon el cuello del hombre

—¡Ahhh, _____*! —oyó que gemía Nick a través de la niebla en que flotaba, aunque estaba demasiado atrapada en su propia reacción para pensar en ello.

Los embates de Nick la transportaban a un remolino de vértigo y estaba demasiado débil para luchar contra ellos. Lo único que quería era estar cada vez más cerca de ese cuerpo duro y cálido. Comenzó a moverse hacia él, retorciéndose con cierta torpeza y, a la vez, seducción. Entre gemidos, Nick la embistió con más fuerza y rapidez y _____* se aferró a él como si no quisiera soltarlo nunca. Luego, con una última embestida profunda, todo acabó. Contra sus deseos, _____* volvió a la realidad y lo vio echado a su lado, una mano sobre uno de sus pechos y el aliento agitado en su oído. A modo de prueba, movió una pierna sobre la de Nick : ¡no podía ser que todo hubiese terminado! ¡Se sintió al borde de algo... de algo maravilloso! ¿Qué había sucedido?

—¿ Nick ? —murmuró, dubitativa.
—De modo que ahora soy Nick , ¿no es así? Creía que me odiabas y me despreciabas. —_____* adivinó la curva burlona de la boca—. Ah, eso no hace más que demostrar lo volubles que son las mujeres,
—¡Oh...! —exclamó _____*, separándose y dándole la espalda

Otra vez había logrado avergonzarla. "Espera", pensó, furiosa. espera, mi fiero capitán pirata. No pasará mucho tiempo antes de que tengas tu merecido." Acababa de terminar el pensamiento cuando los brazos de Nick la rodearon atrayéndola hacia sí, acurrucada contra ese cuerpo cálido. La cabeza de _____* anidó en el brazo del hombre.

—Duérmete, zorrita —le murmuró, depositando un beso suave sobre la melena revuelta. _____* creyó ver el brillo de los dientes cuando Nick añadió con suavidad—: ...Mientras tengas oportunidad.




Bien hasta acaa chicas!!! gracias x las firmitas y x leer mi noveeeeee!!!
esperemos q para la proxima alla mas xq sino... tendre q cerrar la nove y no quiero u.u
nos vemos bye bye


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Mil3tt

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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeMar Mar 29, 2011 9:34 pm

________* tiene planes macabros para el capitan
aaayyyy siguelaaa yaaaa de verdad k me gusta la noveeee
xfa no la cierres siguelaaaa
atte: Milet
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Monkey Nuts! xD

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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeSáb Abr 02, 2011 4:03 pm

Mil3tt escribió:
''Ricitos'' escribió:
Aki llegue yooo!!
Waaaaa!!
siguelaaaaaaaa
Wink
new reader!! (2da Razz)

Siiii ya somos dos lectorasss Razz cheers Razz cheers Razz
Vamos xfa siguelaaa
Somos dos somos dos somos dos Oh siii Razz Razz cheers Razz Razz

Jajajaja XD
Seee
Siguelaaaaaa
cheers
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NoOlvidEsQuieNsOy

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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeMiér Abr 27, 2011 3:22 pm

gracias y Bienvenidas!! Pronto la siguiree les prometo esoo!
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitimeMiér Abr 27, 2011 3:22 pm

gracias y Bienvenidas!! Pronto la siguiree les prometo esoo!
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MensajeTema: Re: Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION   Pasion en la Isla ♥ ( Nick y tu) ADAPTACION I_icon_minitime

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